Page 212 - Libros de Caballerías 1879
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PALMERÍN DE INGLATERRA
No tardó mucho que por la ribera de aquella pla-
ya vio venir una doncella encima de su palafrén
muy negro, vestida de la mesma color. Llegándose
a Pridos, le tomó por la rienda, diciendo
—Señor caballero, esforzad, que esa gran triste-
za no puede guarecer a lo quie buscáis. Sabed que
don Duardos es vivo, puesto que no está en su li-
bertad, ni saldrá tan presto de la prisión en que
lo tienen; decid a Flérida que se consuele, y que
tenga por muy cierto que esto todo vendrá a muy
buen fin. Porque la soledad que agora comenzará
a sentir se le tornará en mayor alegría.
Aun bien no acababa de decir estas palabras, cuan-
do, dando del azote al palafrén, ella y él desapare-
cieron.
Pridos tornó con esta nueva donde Flérida esta-
ba, la que, puesto que con ella le certificaba don
Duardos ser vivo, quedó más triste de lo que antes
estaba.
Y como pocas veces una pasión venga sola, con
este acídente le dieron dolores de parto, y porque
también ya el tiempo era llegado, sin mucho traba-
jo parió dos hijos, tan crecidos y hermosos que en
aquella primera hora parecía que daban testimonio
de lo que después hicieron. Las damas los tomaron,
y envolviéndolos en ricos paños, se los presentaron
delante, creyendo que con la vista dellos mitigaría
la pena; Flérida los tomó en sus brazos con amor
de madre; con palabras de mucha lástima decía:
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