Page 249 - Libros de Caballerías 1879
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LA LIBERTAD DE LOS CABALLEROS


       mostró el fin de sus fuerzas y el esfuerzo. El caba-
       llero de la Fortuna andaba tan vivo, que allende de
       le tener deshecho  el escudo en  el brazo,  le tenía
       hiriéndole por  tantas partes, que Dramusiando  y
       Primaleón y don Duardos, y los otros que miraban
       la  batalla,  hallaban en  ella por  milagro,  loándole
       tanto cuanto su ardideza era dina de hacello.
         En este tiempo andaba  el gigante tan  flaco, que
       cerca no  se podía  tener;  el de  la Fortuna, cono-
       ciendo su  flaqueza,  le cargó de tantos golpes, que
       le hizo venir  al suelo tan sin acuerdo como aquel
       que del todo era muerto; luego le desenlazó el yel-
       mo para le cortar la cabeza, mas no lo hizo, lo uno
       por no ser necesario y lo otro porque Daligán no
       le dio tanto espacio;  y  puesto que en aquella hora
       hobiese menester descansar, comenzó de defenderse,
       viendo que la intención del gigante no era tal; mas
       en menos de una hora  él  le paró  tal, que le hizo
       desear  reposar un poco; mas luego  se  apartaron
       afuera. El caballero de  la Fortuna, mirando hacia
       sí, vio su escudo tan sano como  si no  le hubieran
        dado ningún  golpe, mas  las armas estaban  rotas
       por algunos  lugares,  y  pasándole por  la memoria
        los  peligros de aquella  casa, conoció que  sin un
        compañero  tal como  él  traía no  lo  pudiera  su-
        frir. Daligán  estaba mal  tratado, y Dramusiando
        puesto en tamaño recelo que no sabía qué se pen-
        sase. En esto se tornaron a juntar Daligán y el ca-
        ballero de la Fortuna con mayor ímpetu y braveza,
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