Page 253 - Libros de Caballerías 1879
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LA LIBERTAD DE LOS CABALLEROS
de manera que le hacía muchas heridas: mas por
eso Dramusiando no dejaba algunas veces de empe-
celle, de manera que se llevaban poca diferencia; ya
se habían parado tales que casi no se podían tener.
Los que miraban la batalla estaban pasmados de
la ver; mas como les fuese faltando la sangre y
aliento, fué tan grande la flaqueza de Dramusiando,
que cayó en el suelo sin nengún sentido, y el ca-
ballero de la Fortuna se sentó no pudiéndose te-
ner en pie-; luego bajaron de lo alto de la fortaleza
todos los prisioneros, y don Duardos quitó el yelmo
a Dramusiando para que le diese el aire, pidiendo
al de la Fortuna, pues la vitoria claramente era
suya, no quisiese más venganza, que de lo hecho
se contentase.
—¡Pues que mi intención era otra —respondió el
de la Fortuna— , dejaré de le cortar la cabeza pues
vos lo mandáis, y también porque pienso que será
escusado, que él y yo estamos tales que más muer-
tos que vivos nos podéis contar.
El príncipe Primaleón, Polendos y otros señores
le tomaron en brazos; viendo que con la falta de
sangre le venían algunos desmayos, tenían esta Vi-
toria con mucho descontento hasta ser ciertos de la
salud de tal caballero; en esto llamaron a la puerta
de la torre con mucha priesa; Platir fué a abrir,
por ver quién era, y halló un hombre antiguo a ma-
nera de griego, que entró dentro, y dos doncellas
con él; cada una traía en la mano una bujeta dora-
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