Page 250 - Libros de Caballerías 1879
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PALM ERÍN DE INGLATERRA
mas la batalla duró entrellos poco, que puesto que
el esfuerzo de Daligán no fuese pequeño, el de la
Fortuna, vio las ventanas y almenas llenas de sus
amigos, y acordándose que estaban presos y la con-
fianza que en él tenían, combatióse con tal esfuer-
zo, que dio con él a sus pies, y desenlazándole el
yelmo le cortó la cabeza.
Dramusiando quedó tan enojado, que luego pi-
dió sus armas; el de la Fortuna se asentó en un
poyo tan cansado que no se atrevió a subir la es-
calera sin tomar algún reposo, y de ahí estuvo ha-
blando con algunos sus amigos; don Duardos le
rogó que se quitase el yelmo, que le deseaba ver;
otro cautivo, viéndole dudar, dijo:
—Caballero, quien esto pide es don Duardos.
El de la Fortuna, oyendo nombrar a don Duar-
dos, puso los ojos en él, y en el parecer de su per-
sona juzgaba que debía de ser él; entonces, qui-
tándose el yelmo, quedó tan abrasado del trabajo
pasado, que el mismo trabajo le hizo parecer más
hermoso de lo que era él de su natural.
—Ya yo creo —dijo don Duardos— que quien
Dios hizo en el parecer tan diferente de los
otros, que no le guardó sino para en todas las otras
cosas lo ser ; pidos por merced que si vuestra buena
ventura llegase al cabo con ese gigante que agora
allá va para hacer batalla con vos, que uséis con él
de toda cortesía, porque nunca vistes hombre de su
manera tan merecedor della.
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