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sado por vientos no previstos, tuvo que atracar en la isla de
Hven, donde residía un astrónomo llamado Tycho Brahe, quien
lo acogió y le enseñó astronomía. Al cabo de cinco años decidió
volver a su tierra, Islandia. Allí volvió a encontrarse con su
madre, muy arrepentida por haber vendido y dejado marchar a
Duracoto.
Fiolxhilde se alegró mucho de que su hijo supiera astronomía,
pues ella también conocía esta ciencia, aleccionada por unos de-
monios que la llevaban a diversos países. Duracoto quiso también
vivir la experiencia de los viajes y su madre apeló a un demonio
de Levania, que tal es el nombre de la Luna en la novela. Este le
describió cómo hacían los viajes a Levania. Los momentos más
duros eran los de salida y los de llegada, cuando había que impedir
que los humanos transportados chocaran contra la superficie de
Levania.
No todos los humanos eran capaces de soportar el viaje. Pre-
ferían a las viejas resecas, puesto que desde pequeñas estaban
acostumbradas a volar montadas sobre cabrones, o en mantos
raídos a modo de alfombras mágicas. «Los alemanes no se prestan
nada para tales viajes; en cambio no rechazamos a los españoles
con sus cuerpos resecos.» En una de sus notas aclara Kepler:
Alemania se lleva la palma de la corpulencia y la glotoneria, tal como
España se lleva la del talento, el buen juicio y la frugalidad. Así pues,
en las ciencias sutiles, como esta de la astronomía 0J sobre todo la
lunar, basada en una perspectiva extraña, como si alguien lo viera
todo desde la Luna), si por igual se empeñaran alemanes y españoles,
estos últimos irian muy por delante de los otros. Y en consecuencia
dejo dicho que esta obrita habrá de dar risa a los alemanes, mientras
que le han de tener cierta estima los españoles.
El viaje a Levania dura cuatro horas, aunque este astro está
a cincuenta mil millas alemanas (una milla alemana es equiva-
lente a 7,4 kilómetros; la cifra que da Kepler en números redon-
dos está muy bien). Duracoto es así transportado por los poderes
demoníacos, llega a Levania y empieza la descripción del firma-
mento desde un observador situado allí. Esta descripción es ma-
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