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propia Volva,  giran en tomo a ella. Es una obra corta, deliciosa,
        que termina cuando Kepler despierta del sueño.




        LAS MUJERES DE KEPLER

        No dejó Johannes mucho escrito sobre las mujeres de su vida: o
        bien no concedió demasiada importancia al amor humano, o bien
        quiso preservar su privacidad en estos asuntos. Hay escasísimas
        referencias anteriores a su primer matrimonio. En su autohorós-
        copo se lee:

            1591. El frío trajo consigo la prolongación de la sama. Cuando Venus
            pasó por la Séptima Casa, me reconcilié con Ortholphus: cuando ella
            regresó, se la presenté a él;  cuando ella volvió por tercera vez, me
            debatí de nuevo, herido por el amor. El inicio del amor: 26 de abril.

            Y cuando tenía veintiún años, en 1592, nos cuenta también en
        su autohoróscopo: «Se me ofreció la unión con una virgen; la efec-
        tué la víspera del Año Nuevo con la más terrible dificultad, expe-
        rimentando los dolores más agudos de la vesícula».  No hay más
        noticia de sus amores juveniles.
            No puede decirse que se entusiasmara enormemente con su
        primera boda en 1597, con la joven Barbara Müller. Tenía la novia
        veintitrés años y, sin embargo, ya había enviudado dos veces; este
        sería su tercer matrimonio. Su futuro suegro era un avaro propie-
        tario de un próspero molino en la hacienda Mühleck (ha habido
        cierta confusión con el apellido de soltera de Barbara, Mühleck y
        Müller,  quizá debido a  que  müller significa «molinero»).  No  le
        gustó de entrada que su hija se casara con un hombre de poca al-
        curnia, eufemismo con el que quería expresar que no tenía ni un
        florín. Pero los amigos intermediarios de Kepler fueron pertinaces
        y al fin lograron convencer al rico molinero.
            Pero, antes de  concertarse definitivamente el matrimonio,
        Kepler  estaba en Stuttgart ocupándose de la fábrica del  gran
        copón del mundo, con sus sólidos perfectos y órbitas planetarias





                                                           EL ESCRITOR      147
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