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gistral y nos limitaremos a comentar lo más simple, ya que Kepler
nos habla de numerosos detalles técnicos, incluso de la precesión
de la Luna.
LA ASTRONOMÍA DESDE LA LUNA
Desde la Luna se ve Volva ( es decir, la Tierra en la novela). Mejor
dicho, solo los habitantes de un hemisferio ven Volva. Este hemis-
ferio lunar se llama Subvolva. Los del otro hemisferio lunar, que
se llama Privolva, no la ven nunca. Subvolva y Privolva están se-
parados por un círculo máximo que se llama «divisor», que pasa
por los polos de Levania. Los habitantes de ambos hemisferios
ven las mismas estrellas fijas, tal como las vemos nosotros. En
cambio, observan que los planetas siguen movimientos más com-
plicados.
Su día con su noche dura un mes, por lo que pasan de tener
un día muy caliente a una noche muy fría; este contraste es más
acusado en Privolva. La longitud del día y de la noche apenas tiene
variaciones estacionales; se puede decir que la sucesión de las
estaciones es inexistente allí.
Los habitantes de Subvolva tienen ciertos privilegios: para
ellos Volva está inmutable en el cielo, como clavada y fija. Así, no
tienen problema para determinar la longitud de una localidad,
como la tienen los terrestres. Sabido es que, por entonces, en la
Tierra, a principios del siglo xvrr, no se determinaba bien la longi-
tud de un lugar, por la inexistencia de relojes transportables. El
rey de España había anunciado un premio a quien resolviera el
problema de las longitudes. Kepler alude al pobre método de re-
currir a la determinación del polo magnético. Pero en Subvolva no
tienen más que observar la posición de Volva.
Los subvolvanos no necesitan reloj. Saben la hora que es ( den-
tro de sus días de un mes de duración) observando las fases de
Volva. Aun así, este método no es perfecto, pues no es un reloj con
marcha regular (precisamente según la segunda ley de Kepler).
Pero tienen otro reloj mucho mejor: ellos ven cómo Volva da vuel-
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