Page 148 - 12 Kepler
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intercalados. Se le pidió que regresara pronto, pues se había fijado
                    ya la fecha de la boda. Kepler tardó más de tres meses en volver a
                    Graz,  tanto que la novia se había cansado de  esperar.  Cuando
                    llegó, ya había perdido a la novia, pero no su empleo, a pesar de
                    que había pedido permiso para dos meses y volvió al cabo de siete.
                    Nuevamente, los amigos enternecieron a Barbara y a su padre, y
                    al fin  Kepler se casó con ella cuando él contaba con veintiséis
                    años de edad. La demora de su viaje de vuelta a Graz demostraba
                    que Kepler estaba más entusiasmado con la fabricación del gran
                    copón en la corte de Stuttgart que con su propia boda.

         «Tenía un carácter estúpido, malhumorado,
         solitario y melancólico.»

         -  KEPLER,  ACERCA  DE  SU  PRIMERA  MUJER,  BARBARA  MOLLER.

                        También hay que decir que el hermoso caudal de la novia
                    debió de pesar en la decisión.  Kepler, tan místico en su pensa-
                    miento y en su obra, no despreciaba el dinero, aunque fuera para
                    poder dedicarse sin trabas  económicas a  su intensa actividad
                    creadora.  No  se quiere con esto decir que el patrimonio fue  el
                    móvil principal del matrimonio, pero sí que tuvo su influencia. Sin
                    embargo, el padre de Barbara nunca derrochó generosidad con su
                    hija y con su soñador yerno.  «Le  retuvieron su fortuna injusta-
                    mente y ahora solo puede permitirse una sirvienta contrahecha»,
                    contó Kepler a Hans Georg Herwart von Hohenburg, con quien
                    mantuvo una larga relación epistolar.
                        Barbara era hermosa,  algo regordeta,  «de mente simple y
                    cuerpo grueso». Al  principio era virtuosa, honesta y discreta.
                    Como nos contó el propio Kepler, su matrimonio fue «más apa-
                    cible que feliz, aunque dotado también de amor y delicadeza», lo
                    cual, acostumbrados a su desnuda franqueza,  nos hace pensar
                    que la armonía de su casa no fue menor que la que buscó en el
                    cosmos. Pero esta paz y esta delicadeza no debieron de ser muy
                    constantes a juzgar por otros escritos en los que Kepler describe
                    su hogar como un infierno. Fue un matrimonio con muchos pro-
                    blemas, no solo por la incompatibilidad de caracteres y por la





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