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tenía el don de la ubicuidad. En la actualidad puede parecer algo
                     exagerado, pues creer o no creer en la ubicuidad no parece co-
                    rroer un principio ineludible. El caso es que fue excluido por sus
                    hermanos de religión y le negaron la eucaristía; le aconsejaban
                    que se dedicara a las matemáticas y se olvidara de temas religio-
                    sos, que no eran lo suyo. Su fe fue proscrita por todos, calvinistas,
                    católicos y luteranos, pr~cisamente a él, a quien buscaba la con-
                    cordia de todos los cristianos. En esto recuerda a Erasmo cuando
                    dijo que en lo único que estarían de acuerdo católicos y protestan-
                    tes sería en quemarle a él.




                    KEPLER Y LA GRAVEDAD


                    Suele admitirse que la contribución más imp01tante de Kepler al
                    acervo científico han sido sus tres leyes del movimiento plane-
                    tario.  Quizá le debemos mucho más porque fue  el primero que
                    abandonó la idea de que entender el universo consistía en encon-
                    trar una configuración geométrica que reprodujera el movimiento
                    de los cuerpos celestes. También fue  el primero que pretendió
                    entender la astronomía como una parte de la física.  Había que
                    descubrir por qué se movía el universo y no simplemente cómo se
                    movía. Muchos de sus pensamientos son el anticipo de la grave-
                    dad de Newton y parece que, sin emplear exactamente el término
                    de «gravedad», la gran palabra de la física de todos los tiempos,
                    estuviera utilizándola constantemente, allanando el camino que
                    había de llevar a la teoría de la gravitación universal. Kepler mwió
                    en 1630; Newton nació en 1643.
                        En una carta a Longomontano (1562-1647),  uno de los más
                    antiguos colaboradores de Tycho, respondiendo al por qué de la
                    osadía de querer aunar ciencias tan dispares como la física y la as-
                    tronomía, decía que «ambas ciencias se hallan tan estrechamente
                    conectadas entre sí que ninguna puede alcanzar la perfección sin
                    la otra». Fijémonos bien que no solo dice que no hay astronomía
                    sin física,  sino que tampoco hay física sin astronomía. Su viejo
                    profesor Mastlin, en cambio, aconsejaba a su admirado ex alumno





         86         EL ASTROFÍSICO
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