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NEWTON Y LOS PAPELES DE KEPLER
Se ha dicho que «el mayor descubri-
miento de Newton fue encontrar las le-
yes de Kepler entre el montón de pape-
les que Kepler escribió». Esta frase
graciosa no deja de tener cierto funda-
mento, puesto que las leyes de Kepler
aparecieron claramente en dos de sus
más conocidos libros Astronomía nova
y Harmonice mundi. Sin embargo, si
Newton hubiera querido seguir el flujo
mental que llevó a Kepler a formular sus
leyes, entonces habría tropezado con el
lenguaje prolijo y retorcido de los escri-
tos del científico alemán y con que sus
razonamientos estaban esparcidos en
una multitud de cartas a los amigos muy
difíciles de rastrear. Antes de leer los ar-
gumentos y ajustes que llevaron a Kepler
a la verdad, tuvo Newton que leer todos sus pasos erróneos, que él contaba
con toda minuciosidad. Lo que estaba publicado se podía estudiar, pero las
cartas privadas no estaban a su alcance. lConoció Newton esa caudalosa
correspondencia? El hijo de Kepler, Ludwig Kepler, se llevó los escritos a
Kónigsberg. Cuando este murió, pasaron a poder de D.J. Hevelius, quien los
compró a los herederos. Luego recorrieron un largo camino: Leipzig, Viena,
Frankfurt ... y finalmente acabaron en el observatorio de Pulkovo, en San Pe-
tersburgo, tras haber sido adquiridos por Catalina 11 por consejo de Leonhard
Euler. Ahí es donde se conservan actualmente. Con este largo trayecto es
imposible que Newton tuviera acceso a ellos.
sospechó que era de este mismo tipo, que podía transmitirse sin
un medio material detectable. Kepler conocía muy bien otra gran
obra que se adelantó a su tiempo. Esta fue la del inglés William
Gilbert (1544-1603), publicada en 1600 con el título Sobre el imán
y los cuerpos magnéticos y sobre el gran imán de la Tierra, tra-
ducido aquí del idioma original en latín.
Kepler llegó incluso a proponer una teoría magnética, errónea
y sin ninguna trascendencia en la concepción actual del movi-
EL ASTROFÍSICO 89