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miento planetario, según la cual el Sol atraía a un imán terrestre
orientando su polo positivo en la dirección al Sol y acelerándolo
desde el afelio al perihelio y decelerándolo desde el perihelio al
afelio. La verdad se abre paso con una combinación de pasos en
la buena dirección y otros tropezones en la mala.
También Kepler nos habló de las mareas, que son en definitiva
«rotación diferencial», es decir, diferentes valores de la gravedad
en las diferentes partes de un planeta. Las mareas terrestres se
deben más a la Luna porque, al estar más cerca, crea una gravedad
diferente en los distintos puntos de la Tierra. El Sol crea mayor
gravedad en la Tierra pero menos gravedad diferencial. Pues bien,
como veremos al tratar de su Somnium, Kepler nos habla de los
flujos del agua de la Luna por efecto de las mareas cortjuntas crea-
das por la Tierra y el Sol.
«CONVERSACIÓN CON EL MENSAJERO SIDERAL»
Esta obra merece mención especial por contener ideas brillantes
y profundas, unas correctas y otras erróneas pero siempre suge-
rentes, siempre estimulantes y siempre imprescindibles para una
historia de la ciencia. Muchos de los conceptos que en la actuali-
dad nos parecen evidentes, nacieron precisamente en ese pequeño
libro. Se trata de una conversación, como indica su título, aunque
fue una conversación unilateral en la que solo hablaba Kepler. El
otro interlocutor, Galileo, no participó en ella. Pero es, después de
todo, una confrontación dialéctica entre los dos sabios más ilus-
tres de su tiempo.
Galileo había dirigido su telescopio al cielo y había descu-
bierto una larga serie de fenómenos nuevos. La astronomía te-
lescópica acababa de nacer, demostraba la validez del modelo
heliocéntrico y sugería que los cuerpos siderales estaban sujetos a
las leyes físicas. Publicó sus primeras observaciones en 1610, en el
libro Sidereus nuncius, y su noticia corrió como una exhalación
por toda Europa. Su título podría traducirse como El mensajero
sideral o como El mensaje sideral. El primero se podía interpre-
90 EL ASTROFÍSICO