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que abandonara la idea de buscar hipótesis físicas y se ciñera a
las puramente astronómicas. Tras una larga relación epistolar,
Mastlin la inte1Tlllnpió unilateralmente pretextando que, aun su-
poniendo admirables las teorías de su antiguo estudiante, no era
capaz de entenderlas.
Uno de sus mejores biógrafos, Max Caspar, considera, con
buen criterio, que Kepler es el fundador de la mecánica celeste.
Cierto es que a esa noción llegó alumbrado por la luz de esa vela
mística y visionaria que llenaba su mente religiosa. Su camino
mental podría resumirse tal que así: el Sol es el centro del uni-
verso y de él dimana una fuerza que mueve los planetas. Esa
fuerza se pierde con la lejanía al Sol.
Lo cierto es que así explicaba cualitativamente dos de las pro-
piedades de los movimientos planetarios descubiertas por él, ins-
pirándose precisamente en que el gran impulsor debía estar
situado en el mismo centro del mundo. Explicaba por qué los pla-
netas más alejados del Sol se movían más despacio. Y explicaba
por qué en el perihelio los planetas iban más rápido y en el afelio
más lentos.
Aun así, podría pensarse que, según esta idea, no todos los
cuerpos pueden crear gravedad, sino solamente el Sol. De ningún
modo, porque también la aplicó para entender el movimiento de
la Luna en torno a la Tierra, siendo en este caso la misma Tierra la
creadora de la fuerza impulsora. «Existe una fuerza en la Tierra que
acciona en la Luna.» Esta fuerza se debilitaba con la distancia como
lo hacía la del Sol. Por consiguiente, la velocidad de la Luna tam-
poco será constante. Irá más rápida en el perigeo y más lenta en el
apogeo.
¿Cómo se debilitaba esa fuerza con la que el Sol movía los
planetas? ¿Qué ley expresaba ese debilitamiento en función de la
distancia? No lo dijo expresamente, pero lo que sí dijo es que se
debilitaba de igual forma que la luz al alejarse del foco. Y en otra
ocasión, demostró que el flujo luminoso se perdía según el inverso
del cuadrado de la distancia. Así pues, esa fuerza, esa vix motrix
que emanaba del Sol y movía los planetas se perdía con el inverso
del cuadrado de la distancia. Pero dijo más. En una carta a su
amigo Fabricius en 1605, dijo:
EL ASTROFÍSICO 87