Page 63 - 13 Pitagoras
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El pitagorismo era una forma de vida. La comunidad de seguidores
        del maestro Pitágoras vivía sometida a una rigurosa serie de regla-
        mentaciones que alcanzaba todos los aspectos de su cotidianidad,
        incluso los más prácticos. El acceso a la verdad y a la salvación
        dependía del cumplimiento estricto de esas normas,  del mismo
        modo que sucedía en las doctrinas de las religiones mistéricas.
            La ética de la comunidad primitiva estaba determinada por la
        idea de la inmortalidad del alma, que teñía la vida pitagórica de un
        carácter religioso y ascético. Por ese motivo, las reglas estaban
        encaminadas en su mayoría a que los miembros de la hermandad
        dominaran su carácter, se alejaran de las pasiones e ignoraran las
        necesidades del cuerpo, lo que era imprescindible para alcanzar
        el conocimiento supremo. En ese contexto, la música se conside-
        raba «medicina para el alma» por su efecto balsámico, y la virtud
        máxima era la armonía del alma, un estado de perfección al que
        solo era posible elevarse mediante las sucesivas reencarnaciones.
        Por lo que parece, en vida del maestro, aunque el número ya hu-
        biera manifestado sus propiedades en el sentido más puramente
        matemático, aún no había extendido su influencia en la ética pita-
        górica ni había impregnado su cosmología.
            Para los pitagóricos la existencia tenía un objetivo místico: el
        contacto con lo divino.  Por ese motivo estaba estructurada en
        forma de ascenso por etapas. Al modo del orfismo, que daba al






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