Page 64 - 13 Pitagoras
P. 64

hombre un origen divino y concebía la vida corno una lucha por
                     recuperarlo, Pitágoras consideraba el alma corno la parte divina
                     del hombre y su única esperanza de supervivencia.
                         Por otro lado,  no hay que tener reparos en calificar la es-
                     cuela que fundó el sabio de Sarnos corno una secta. La vida pita-
                     górica, tal y corno la han transmitido los cronistas, cumple punto
                     por punto todos los elementos que definen a una secta religiosa
                     en un sentido puramente sociológico, sin matices peyorativos. El
                     maestro, máxima autoridad espiritual, proponía a sus seguidores
                     un conjunto de iniciaciones y reglas obligatorias para caminar
                     por la vida, los sometía a una estructura jerárquica con mandos
                     y categorías y les ofrecía una codificación del ascenso a la ver-
                     dad.  Los miembros del grupo se distinguían por su vestimenta,
                     alimentación y rituales, una forma de vida alternativa a la socie-
                     dad tradicional.




                     JERARQUÍA PITAGÓRICA


                     La jerarquía pitagórica respondía a los diferentes grados de ini-
                     ciación de los miembros de la secta. La división básica consistía
                     en dos grupos: los «acusrnáticos» y los «matemáticos». Los pri-
                     meros escuchaban las proposiciones básicas de las enseñanzas
                     del maestro, pero no tenían acceso a una explicación más com-
                     pleta, al razonamiento que las justificaba; mientras que los segun-
                     dos las razonaban y conocían sus entresijos. Estas enseñanzas
                     enigmáticas se transmitían a través de máximas alegóricas llama-
                     das acusmata,  que los iniciados del nivel más bajo repetían a
                     modo de oración. Quiere la tradición que Pitágoras aprendiera en
                     Egipto este método propio de las sectas, pero lo cierto es que las
                     máximas pitagóricas eran muy semejantes a las sentencias del
                     oráculo de Delfos.
                         A esta división básica, la más conocida, se añadían otros esta-
                     mentos de poder o autenticidad según el grado de proxinúdad al
                     conocimiento razonado. A su vez,  el grado de poder dentro de la
                     secta tenía correspondencia con el rigor en las costumbres, de





         64          LA SECTA DE  LOS  PITAGÓRICOS
   59   60   61   62   63   64   65   66   67   68   69