Page 44 - Lucado. Max - Como Jesús_Neat
P. 44

Fue Dios un visitante o un residente en el templo de Salomón? ¿Describiría usted su presencia
            como  ocasional  o  permanente?  Usted  sabe  la  respuesta.  Dios  no  venía  y  se  iba,  aparecía  y

            desaparecía. Era una presencia permanente, siempre disponible.

                ¡Qué  increíbles  buenas  noticias  para  nosotros!  ¡NUNCA  estamos  lejos  de  Dios!  Nunca  se

            separa de nosotros,  ¡ni siquiera por un momento! Dios no viene a nosotros los domingos en la
            mañana y luego se va los domingos por la tarde. Siempre permanece en nosotros, continuamente

            está presente en nuestras vidas.

                La analogía bíblica del matrimonio es el tercer cuadro de esta estimulante verdad. ¿No somos la

            esposa de Cristo? ( Apocalipsis 21.2 ). ¿No estamos unidos a Él? ( Romanos 6.5 ). ¿No le hemos
            hecho votos y no los ha hecho Él con nosotros?


                ¿Qué  implica  nuestro  matrimonio  con  Jesús  respecto  a  sus  deseos  de  tener  comunión  con
            nosotros? Por un lado, la comunicación nunca cesa. En un hogar feliz el esposo no le habla a la

            esposa solo cuando quiere algo de ella. No se asoma por su casa solo cuando quiere una buena

            comida,  una  camisa  limpia  o  un  poco  de  romance.  Si  lo  hace,  su  casa  no  es  un  hogar;  es  un
            prostíbulo que sirve comida y lava la ropa.

                Los matrimonios saludables tienen un sentido de «permanencia». El esposo permanece con la

            esposa, y ella con él. Hay ternura, franqueza y comunicación continua. Lo mismo es en nuestra
            relación  con  Dios.  Algunas  veces  nos  acercamos  a  Él  con  nuestras  alegrías,  otras  veces  con

            nuestras heridas, pero siempre vamos. Al ir, mientras más vayamos, más llegamos a ser como Él.

            Pablo dice que estamos siendo transformados «de gloria en gloria» ( 2 Corintios 3.18 ).

                Las  personas  que  viven  largo  tiempo  juntas  a  la  larga  empiezan  a  parecerse,  a  hablar  de

            manera  similar,  e  incluso  a  pensar  igual.  Conforme  andamos  con  Dios  captamos  sus
            pensamientos, sus principios, sus actitudes. Nos apropiamos de su corazón.


                Así como en el matrimonio, la comunión con Dios no es una carga. A decir verdad, es un deleite.
            «¡Cuán amables son tus moradas, oh Jehová de los ejércitos! Anhela mi alma y aun ardientemente

            desea los atrios de Jehová; mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo» ( Salmo 84.1– 2 ). El nivel
            de comunicación es tan dulce que nada se le compara. Laubach escribió:




                    Es  mi  responsabilidad  mirar  a  la  misma  cara  de  Dios  hasta  que  me  duelan  las
                    bendiciones … Ahora me gusta tanto la presencia del Señor que cuando por media

                    hora o algo así se sale de mi mente, y lo hace muchas veces al día, me siento como si



                                                                                                                   44
   39   40   41   42   43   44   45   46   47   48   49