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perdida. La mujer hizo fiesta porque halló su moneda perdida. El padre hizo una fiesta en honor al
            hijo perdido que había hallado.


                Tres  parábolas,  cada  una  con  una  fiesta.  Tres  historias,  y  en  cada  una  aparece  la  misma
            palabra: gozo . Respecto al pastor que halló a su oveja, Jesús dice: «Y cuando la encuentra, la

            pone sobre sus hombros gozoso » y se va a su casa (vv. 5– 6 , cursivas añadidas). Cuando la
            mujer encontró su moneda perdida, anunció: « Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma

            que  había  perdido»  (v.  9  ,  cursivas  añadidas).  Cuando  el  padre  del  hijo  pródigo  le  explica  al
            hermano mayor renuente, le dice: «Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos , porque este tu

            hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado» (v. 32 , cursivas añadidas).

                El punto está claro. Jesús se alegra mucho cuando se halla lo que estaba perdido. Para  Él

            ningún momento se compara al momento de la salvación. Para mi hija la alegría empezó cuando

            me  vestí  y  nos  acomodamos  en  el automóvil  y  salimos  a  la  calle  para  dirigirnos  a  la fiesta.  Lo
            mismo ocurre en el cielo. Basta que un hijo consienta en vestirse de justicia, empiece el viaje de

            regreso y el cielo prepara el refresco, cuelga las serpentinas y lanza el confeti. «Hay gozo delante

            de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente» (v. 10 ).

                Hace un siglo este versículo hizo que Carlos Spurgeon escribiera:



                    Hay  días de  Navidad en el cielo en  los  cuales  se  observa  el más  elevado  culto a

                    Cristo, y no se glorifica a Cristo porque haya nacido en un pesebre sino porque nace
                    en  un  corazón  quebrantado.  Son  días  cuando  el  pastor  trae  a  casa  sobre  sus

                    hombros la oveja perdida, cuando la iglesia ha barrido su casa y hallado la moneda

                    perdida, porque entonces se reúne a los amigos y vecinos, y se regocijan con alegría
                    indecible y plena de gloria por un pecador que se arrepiente.
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                ¿Cómo  explicamos  tal  gozo?  ¿Por  qué  tanta  alharaca?  Usted  tiene  que  admitir  que  el
            entusiasmo  despierta  curiosidad.  No  estamos  hablando  de  la  gente  de  una  nación  o  de  los

            pobladores de una ciudad; estamos hablando de gozo «cuando un pecador cambia su corazón y su

            vida». ¿Cómo puede una sola persona crear tanto entusiasmo?

                ¿Quién imaginaría que nuestras acciones tienen tal impacto en los cielos? Podemos vivir y dejar
            ninguna otra cosa que un obituario. Nuestras más grandes acciones en la tierra pasarán en su



            1 Charles Spurgeon, sermón titulado «La simpatía de dos mundos» citado en John MacArthur, The Glory of
            Heaven [La gloria del cielo], Crossway Books, Wheaton, IL, 1996, p. 246.
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