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HEBREOS 12.1 (NVI)
CAPÍTULO DOCE
TERMINE CON FUERZA
Un corazón que resiste
En uno de mis estantes tengo un libro sobre músculos abdominales . Su portada muestra un retrato
en primer plano de un tipo flexionando el vientre. Su barriga tiene más surcos y crestas que un lago
en un día ventoso. Inspirado, compré el libro, leí la rutina, e hice las flexiones… por una semana.
No lejos del libro sobre músculos se halla una serie de cintas acerca de lectura rápida. Esta
compra fue idea de Denalyn, pero cuando leí la propaganda, yo también me entusiasmé. El curso
promete hacer en mi mente lo que el libro de músculos abdominales promete hacer por mi barriga:
convertirme en acero. El texto en la contraportada promete que al dominar esta serie en seis
semanas usted podrá leer dos veces más rápido y retener el doble del material. Todo lo que tiene
que hacer es oír las cintas, lo que me propongo hacer… algún día.
También tengo un envase de minerales esenciales. Treinta y dos onzas de salud pura. Una al
día e ingeriré mi cuota de calcio, cloro, magnesio, sodio y otros sesenta y seis elementos terrenales
y vitales. (Tienen incluso algo de hierro, lo cual es bueno puesto que me perdí el hierro de los
músculos abdominales y la mente de acero.) El entusiasta que me vendió los minerales me
convenció de que treinta dólares era poco costo que pagar por buena salud. Lo que pasa es que
me olvido de tomarlas.
No me entienda mal. No todo en mi vida es incompleto. (Este libro está terminado… bueno,
casi.) Pero confieso, no siempre termino lo que comienzo. Lo más probable es que no esté solo. ¿
Tiene algún proyecto inconcluso bajo su tejado? ¿Tal vez una máquina para hacer ejercicios cuya
utilidad primordial actual es colgar toallas? ¿Algún curso de alfarería sin abrir? ¿Qué tal la terraza
en el patio a medio terminar, o la piscina a medio cavar, o el jardín a medio plantar? Ni siquiera
toquemos el tema de las dietas y el perder peso, ¿le parece?
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