Page 100 - Lucado. Max - Como Jesús_Neat
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libro. Por más de un año he vivido estas páginas: elaborando pensamientos, puliendo párrafos,
buscando el mejor verbo, y escarbando por conclusiones más fuertes. Ahora, el fin está a la vista.
Escribir un libro es como correr una carrera de distancia. Hay el estallido inicial de entusiasmo.
Luego la energía se reduce. Usted piensa seriamente en abandonarlo todo, pero entonces un
capítulo le sorprende con una cuesta abajo. Ocasionalmente una idea le inspira. A menudo un
capítulo lo agota; y eso para no mencionar las interminables revisiones exigidas por los implacables
editores. Pero la mayoría del trabajo tiene el ritmo de una carrera de larga distancia: larga, algunas
veces en tramos solitarios a ritmo constante.
Hacia el final, con la línea de llegada y el contentamiento de los editores a la vista, llega un
adormecimiento de los sentidos. Usted quiere terminar con fuerza. Busca la intensidad que tenía
meses atrás, pero la provisión es escasa. Las palabras se nublan, las ilustraciones se juntan, y la
mente se adormece. Usted necesita un puntapié, necesita un impulso, necesita inspiración.
¿Puedo decirle dónde la hallo? (Esto le va a sonar raro, pero tenga paciencia.) A través de años
durante los cuales he escrito por lo menos un libro al año, he desarrollado un ritual. Al terminar un
proyecto disfruto de un ritual de celebración. No uso champaña ni reparto puros, pero he hallado
algo mucho más dulce. Tiene dos fases.
La primera es un momento de quietud ante Dios. El momento en que el manuscrito está en el
correo, busco un lugar solitario y me detengo. No digo mucho y, por lo menos hasta aquí, tampoco
Dios. El propósito no es hablar tanto como disfrutar. Disfrutar de la dulce satisfacción de una tarea
concluida. ¿Existe un mejor sentimiento? El corredor siente la cinta contra su pecho. Ha terminado.
Qué dulce el vino al final de la jornada. Así que por unos pocos momentos Dios y yo lo saboreamos
juntos. Colocamos una bandera sobre el pico del Everest y disfrutamos del paisaje.
Entonces (esto le va a sonar verdaderamente ordinario), me voy a comer. Tengo la tendencia a
saltarme comidas durante la recta final, así que tengo hambre. Un año fue en un restaurante
mexicano junto al río San Antonio. Otro año fue servicio a la habitación y un juego de baloncesto. El
año pasado fui a comer pescado en un café. Algunas veces Denalyn me acompaña; otras veces
me voy a comer solo. El alimento puede variar, y la compañía puede cambiar, pero una regla sigue
constante. En toda la comida no me permito pensar sino en una sola cosa. He terminado . No me
permito hacer planes para el futuro. No permito la consideración de las tareas de mañana. Me
sumerjo en un mundo de fantasía y pretendo que la mejor obra de mi vida ha quedado completa.
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