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La verdad y la política
CENTRO JUDIO, DAVID MATTISYAHU
Managua, Nicaragua.
70 años Israel.
La verdad y la política
Por Alicia Korenbrot
A Sócrates lo acusaron de impiedad y de corromper a los jóvenes atenienses, lo que Sócrates ha-
cia era preguntar a los ciudadanos por lo que decían saber. Buscaba la verdad y se oponía a quie-
nes decían que la verdad dependía del hombre, que era relativa. Él tenía la certeza de que la ver-
dad es igual a sí misma y no cambia sin importar quien la dice, la verdad de lo que es más impor-
tante para el hombre: la esencia de lo justo, lo bello y lo bueno.
Condenado a morir, le dijeron que lo dejarían libre bajo una condición: dejar de preguntar, de bus-
car una verdad absoluta, separada del hombre y sus intereses, y respondió: “mientras tenga vida
y fuerza nunca dejare la práctica y enseñanza de la filosofía….no se avergüenzan de acumular la
mayor cantidad de dinero, de honor, de reputación e interesarse tan poco en la sabiduría y la ver-
dad.”
Sócrates bebió el veneno que le dio el gobierno de la ciudad.
Si la verdad fuera solo producto del hombre no habría lugar para la duda, para las preguntas. La
duda es prueba de la existencia de las verdades absolutas y puede ‘corromper’ a los jóvenes por-
que los lleva a conclusiones deferentes a las deseadas por quienes son más poderosos, les enseña
que no hay autoridad a la que sea imposible interrogar, que la autoridad política no conoce las res-
puestas y tendría que concluir que no hay respuestas ciertas, que todo es relativo y, por lo tanto,
no existe la verdad.
Si el resultado de la indagación es el escepticismo y la incertidumbre, es imposible descubrir una
base firme para la vida práctica, la vida en sociedad y el estado. Si el pensamiento culmina en la
duda, la existencia de la verdad (y el pensamiento) es el enemigo de la política de verdades relati-
vas.
El hombre descubre la verdad absoluta poco a poco en una larga tarea acumulativa y depende de
su curiosidad, su dedicación y su honestidad, lo que descubre será cierto para todos los hombres
sin límites espaciales.
En esta área, el gobernante mantiene una doble vida y tiene dos sistemas de verdad: uno para
consumo privado, el otro para consumo público. Su objetivo es llevar al público a creer que
hay verdades absolutas que diseña de cuando en cuando según sus necesidades para elaborar sus
justificaciones políticas, defendiendo, también, que todo es relativo y la verdad resulta cuestión de
poder, pero esto se conserva en secreto.
La vida del político es publica porque su destino está determinado por el público. La vida de quie-
nes deciden por votación, es económica, su centro es la producción de mercancías y dinero con la
intención de mejorar su vida y mantener a los políticos. El público sabe, aunque lo niegue, que
acepta mentiras, pero no puede llegar a la verdad porque el político se cubre aislando a los pensa-
dores o destruyéndolos como a Sócrates o convirtiéndolos en políticos a su estilo siguiendo la fa-
mosa frase de que “el hombre es la medida de todas las cosas” y en la política la medida de
su verdad es el poder.
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