Page 68 - Cuentos para Triunfar
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así frente a la puerta número tres. Cuando la abrió, vio del otro lado a una
persona sentada, escribiendo sobre un escritorio con una pluma, a la luz de
una lámpara de aceite. Era un empleado del recaudador de impuestos. En ese
momento entra el recaudador y le dice:
- Escúchame, hoy deberás quedarte hasta que termines con esos libros.
- Pero mi señor, es mucho lo que falta para terminar, y mi esposa me
necesita. Usted sabe que ella está encinta en su noveno mes, y debo
atenderla.
- Ese no es mi problema. Debes terminar ese trabajo.
El empleado, era una persona muy culta. Muy pocos eran los que sabían
escribir; y podría haber sacado mayor provecho de su capacidad. Pero prefirió
asegurarse unos pocos talentos por mes trabajando para alguien que sin saber
escribir, hacía una buena diferencia a su fortuna personal. Así pasó toda la
noche trabajando a la luz de la lámpara, mientras nacía su primogénito.
Así trabajó día a día, viendo a su hijo y a su esposa unas pocas horas por la
noche. Así trabajó, y así murió... .
Y vio Sadoq mucha, pero mucha gente detrás de esa puerta. Muchos
rostros cansados, insatisfechos; pero con un ingreso seguro todos los meses.
Tal vez, la mayoría de las personas del mundo estaban detrás de aquella
puerta, mas nos estaba su rostro allí... .
Una vez más, cerró la puerta sin encontrar el camino que buscaba. Sadoq
acababa de cerrar "LA PUERTA DE LA MEDIOCRIDAD".
Se encaminó muy decidido a la puerta número cuatro. Allí pudo observar a
uno de los hombres más ricos de la tierra. Un mercader conocido en todo el
imperio por sus habilidades comerciales. Prestó mucha atención a esta puerta;
podría ser la que estaba buscando. En ese instante pudo observar al mercader
en su palacio en el momento en que uno de sus vendedores se le acercó
diciéndole:
- Gran señor, me he atrevido a venir hasta ti porque necesito de tu
bondad. Mi hijo está muy enfermo y debemos llevarlo a Galilea, porque
allí hay un maestro que sana a los enfermos con grandes milagros. Pero
debo cargar una mula con alimento y tienda para el largo viaje, y tu
sabes que no tengo ninguna de esas tres cosas. Durante todos estos años
te he sido fiel y te he procurado grandes negocios que acrecentaron tu
fortuna, mas nunca te he pedido nada.
- Escucha vendedor lo que tengo que decirte: Si yo te doy una mula
cargada con alimento, cobijas y lo necesario para el viaje, ¿qué
obtendré yo de ganancia?. Si doy por uno, debo recibir a cambio por
uno y medio. Si doy por dos, debo recibir por tres. Pero tú me pides que
te dé: ¿A cambio de qué?. Tu dices que me procuraste grandes negocios