Page 70 - Cuentos para Triunfar
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palacio.
                      -  A dónde te diriges – Preguntó Sadoq.
                      -  Voy en busca del Maestro; ese que en Galilea  está haciendo muchos
                          milagros. Veré si puede sanar a mi hijo que está ya muy enfermo.
                      -  Y dónde está tu mula y tu tienda?.
                      -  Mi amo no me las prestó, y yo no pude comprarlas.
                      -  Escucha vendedor: Si produces para mí lo mismo que producías para
                          ese  mercader,  pagaré  todos  tus  gastos  hasta  que  tu  hijo  quede
                          completamente sano.
                      -  ¡Bendito sea el Señor!. Seré desde este momento, tu más fiel vendedor.
                      Y  fue  así  como  Sadoq  se  armó  del  más  grande  de  los  vendedores  del
                  territorio; y en gran medida, fue el artífice de su fortuna.

                      Ocurrió  un  día,  que  una  muchedumbre  se  reunió  frente  el  palacio  de
                  Sadoq:
                      -  ¿Qué es toda esa gente gritando frente a mi puerta? – Preguntó a uno de
                          sus sirvientes.
                      -  Es la gente del pueblo, mi señor, que vienen a pedir un poco de cereal
                          porque sus campos se han secado y no tienen de donde sacar.
                      -  Pregúntales cómo van a pagarlo.
                      -  Dicen, mi señor, que no tienen otra forma de hacerlo que trabajando
                          para ti.
                      -  Diles que todos los puestos están cubiertos. También diles que puedo
                          comprarles sus joyas, sus tiendas, sus muebles, a cambio de un poco de
                          comida...
                      Sadoq fue el más poderoso de los mercaderes en la región de Macedonia,
                  Asia,  Galacia  y  Palestina.  Su  fortuna  ya  no  podía  ser  contada;  ni  siquiera
                  calculada.
                      Llegó  un  día  al  palacio  el  cobrador  de  impuestos  del  emperador,  y  le
                  reclamó a Sadoq no haber cumplido como ciudadano y como mercader con
                  sus obligaciones.
                      Llamó Sadoq, al día siguiente, al escribiente del despacho del cobrador de
                  impuestos; aquel que había visto en una de las puertas del palacio, y se dirigió
                  a él en estos términos:
                      -  Escucha escribiente lo que tengo para decirte: Esto es lo que haremos.
                          Como  tu  patrón  no  sabe  leer,  tú  llenarás  los  registros  de  los  libros,
                          diciendo  que  yo  había  pagado  en  tiempo  y  forma  los  impuestos  al
                          emperador,  pero  que  hubo  un  error  cuando  calculaste  las  cantidades.
                          Como tú eres un viejo empleado de su confianza, no sospechará de ti. A
                          cambio de este favor, yo te daré la cuarta parte de lo que el cobrador me
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