Page 69 - Cuentos para Triunfar
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que acrecentaron mi fortuna; eso es verdad. Pero acaso no te he pagado
con casa y comida, más un denario por negocio?. Si quieres una mula
cargada, me devolverás dos. Pero no quitarás de tu tiempo para
conseguirlo; deberás producirlo en el tiempo que te sobre.
- Pero mi señor, tu sabes que estoy todo el día trabajando para ti, y que
no hay tiempo que me sobre.
- Ese es tu problema. Yo no construí esta fortuna regalando la
mercadería... .
Quedó confundido Sadoq al escuchar las palabras del mercader que él
consideraba como uno de los más exitosos del lugar. Ese hombre tenía
todo lo que a él le gustaría tener; pero su actitud frente a su fiel vendedor
lo desconcertó. ¿Sería esta la imagen del verdadero camino al éxito?. Este
era el resultado que Sadoq buscaba, pero ¿era esta la forma de
conseguirlo?.
Su corazón le decía que debía seguir buscando; y así lo hizo. Cerró
PUERTA DEL EGOÍSMO".
aquella puerta. Había dado un paso al frente, Había cerrado "LA
Se dirigió a la puerta número cinco, un tanto preocupado, un tanto
confundido. ¿Acaso no encontraría en el palacio la puerta que lo conduciría a
la realización de sus sueños?. Contuvo la respiración cuando se encontró
frente a aquella puerta. ¿Sería esta la puerta que buscaba?. Si no fuera así,
¿dónde seguiría buscando?. Prefirió Sadoq no atormentarse con preguntas sin
respuesta, de manera que procedió a abrirla.
Quedó paralizado, perplejo, frente a la imagen que sus ojos veían. Su
corazón se sobresaltó. ¿Había encontrado la respuesta?.
Sadoq por fin pudo ver lo que creía, era el principio, el medio, el camino
que lo conduciría al éxito, a la riqueza y la felicidad. Detrás de aquella puerta,
vio Sadoq la imagen de la decisión, de la determinación, del entusiasmo, de la
perseverancia, de la firmeza. Aquella imagen, era la imagen del triunfo;
aquella, era la imagen de la excelencia.
Tan emocionado estaba, que cerró aquella puerta y se echó a llorar. Sadoq
había cerrado "LA PUERTA DEL ESPEJO DE CRISTAL".
Secó sus lágrimas, y se encaminó hacia fuera del palacio, donde la
muchedumbre de mercaderes, de sirvientes con sus familias, y de niños
esperando por un plato de comida, continuaban en su rutina. Para Sadoq todo
había cambiado. Para los demás, todo continuaba como siempre.
Emprendió el regreso con un corazón nuevo, lleno de satisfacción por
haber logrado su cometido. Y fue precisamente en el camino donde encontró a
un vendedor, que le resultó cara conocida. Se acercó hasta él. Efectivamente,
aquel no era otro que el vendedor que había visto en una de las puertas del