Page 71 - Cuentos para Triunfar
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reclama, y así podrás salir de la mediocridad en la que te encuentras.
                      Así fue como Sadoq evitó desembolsar una cuantiosa suma destinada a un
                  emperador que sólo sabía recaudar impuestos.
                  Pasaron los meses en que vivió Sadoq; y un día, ya cuando su cabello se había
                  tornado  blanco  de  tiempo,  y  su  mirada  se  volvió  tierna  de  tanta  soledad,
                  enfermó al punto de morir. Llamó a su fiel sirviente:
                      -  Él no se encuentra, mi señor – Respondió alguien.
                      -  ¿Adónde fue? – Preguntó Sadoq.
                      -  Él  murió  hace  un  par  de  semanas.  Pero  estaba  usted  tan  ocupado
                          evaluando sus negocios, que no prestó atención a lo que ocurría en su
                          propio palacio.
                      -  Llama entonces a mi mejor vendedor. Dile que tengo algo importante
                          que decirle.
                      -  Su mejor vendedor recibió un mejor ofrecimiento por parte de un nuevo
                          mercader que vino desde Alejandría; de manera que él tampoco está.
                      Por primera vez, sentía Sadoq la angustia y la desesperación de la soledad.
                  Sin mujer, sin hijos, sin amigos y sin nadie en quien confiar, recordó su visita
                  al  Palacio  de  las  Cinco  Puertas,  y  lloró  desconsoladamente  mientras  se
                  preguntaba una y otra vez:
                      -  ¿En qué he fallado?.
                      -  Yo vine a decirte en qué has fallado – Se escuchó decir – "De todas las
                          puertas  del  palacio,  tú  elegiste  la  del  espejo,  porque  era  la  mejor  de
                          entre  las  cinco  puertas.  Pero  como  un  ciego  que  busca
                          desesperadamente el bienestar personal, como única meta, no viste la
                          puerta más importante del palacio, la que te llevaría realmente por el
                          camino de la riqueza y la felicidad.
                      -  En el palacio sólo había cinco puertas – Interrumpió Sadoq.
                      -  Te equivocas – continuó – Había una sexta puerta. La más importante.
                          La primera y la última. "LA PUERTA DE CRISTAL"; la puerta de
                          entrada,  o  mejor  dicho,  la  puerta  de  salida.  Tanto  el  espejo  como  la
                          puerta, eran de cristal. Pero la diferencia entre ambas era que el cristal
                          del espejo estaba recubierto de plata; y fue precisamente la plata la que
                          no te permitió ver otra cosa que tu propia imagen. Y fue por la plata
                          que llegaste hasta aquí, en esta situación: con mucha plata, pero solo.
                          Mas la puerta del camino del éxito, la puerta de cristal, te permitía ver a
                          las  demás  personas,  a  los  mercaderes  cometiendo  injusticias,  a  los
                          vendedores  siendo  explotados,  a  los  sirvientes  y  sus  familias
                          implorando  por  un  plato  de  comida.  Pero  tú  pasaste  entre  ellos
                          desinteresadamente, enceguecido por la plata del espejo que te devolvió
                          tu propia imagen, y sólo la tuya. Comenzaste a caminar por la senda
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