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7. MÁS SOBRE VISIBILIDAD Y ABSTRACCIÓN


                     Una de las objeciones que más a menudo me han hecho se refiere a la relación entre
                  visible e inteligible. El objetor me dice: no es verdad que el ver no genera entender; es
                  en cambio verdad que el ver también es entender y conocer. Una vez pregunté: ¿por
                  ejemplo? Por ejemplo —he aquí la respuesta— viajando yo entiendo mejor el mundo.
                  Cierto. La respuesta demuestra que tengo que volver a precisar. Obviamente, el mundo
                  visible hay que entenderlo (conocerlo), viéndolo. El mar, las nubes, se describen mal:
                  hay que mirarlos. La belleza de la naturaleza debe ser vista. Un descripción verbal del
                  Taj Mahal, de Machu Picchu, del Gran Cañón, de la cúpula de la catedral de Florencia
                  no puede en modo alguno sustituir a la imagen. Por tanto, quien no ha visto el mundo no
                  lo conoce. Pero si es completamente evidente que para conocer la realidad visible hay
                  que verla, es igualmente evidente que el ver no ve los invisibles del Inundo inteligible,
                  del mundo de las cosas que no son percibidas sino concebidas (que son conceptos).

                   Concedo,  pues,  que  las  nociones  de  entender  y  conocer  son  aplicables  también  al
                  mundo percibido por los sentidos. Pero lo son en sentidos «débiles». Es cierto que ver el
                  mar es conocer el mar; pero no es conocer su estructura química. Porque la estructura
                  química del agua en general, y también del agua del mar, está establecida por la fórmula
                  H20;  y  este  conocimiento,  llamémoslo  «fuerte»  —porque  nos  permite  controlar  y
                  transformar las cosas—, no se obtiene de ver el agua (ni siquiera con el microscopio).
                  Generalizando, la cuestión es que ni siquiera la naturaleza puede ser conocida a fondo, y
                  hasta el fondo, mirándola.








                     La fisica no es un saber empírico que denota cosas que se ven: es un conocimiento
                  «meta-empírico»  que  atraviesa  el  mundo  fenoménico,  el  mundo  de  las  cosas  que
                  aparecen, para llegar a valores numéricos, a fórmulas matemáticas.

                    Lo cual nos lleva a la conclusión de que la fisica —así como, en la misma medida, la
                  química— es un conocimiento completamente fundado en la capacidad de abstracción
                  de un animal con raciocinio. Y lo que es verdad para el conocimiento del mundo natural
                  es igualmente verdadero para el conocimiento del habitat artificial (en la naturaleza no
                  hay)  creado  por  el  hombre  para  sí  mismo,  es  decir,  para  su  ciudad.



                    La realidad de nuestros ordenamientos sociales, económicos y políticos es una realidad
                  completamente construida por la mente «inteligente» del horno sapiens, y por tanto una
                  realidad  que  se  basa  en  que  se  entiendan  los  problemas  que  plantea.  (Nótese  lo
                  siguiente:  la  naturaleza  no  tiene  problemas;  el  problema  de  «entender  problemas»  es
                  sólo humano). Problemas que también plantea, obviamente, a los individuos; pero que
                  plantea de forma mucho más aguda y profunda a nivel de la ciudad. Entonces, y para
                  concluir, ¿cuáles son estos problemas? Para indicarlos basta ir citando de una en una
                  algunas  palabras  abstractas.  En  este  libro  (vid.  supra,  págs.  49-50)  lo  ejemplifico
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