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Tomadas de forma aislada, ninguna de estas lagunas es importante. Pero el conjunto
revela un vacío cultural y de información que deja horrorizado. ¿Los «directistas» (vid.
supra, págs. 129-132) que nos proponen al ciudadano autogobernante saben de qué
están hablando?
6. DEL VÍDEO-NIÑO A LA DECONSTRUCCIÓN DEL YO
Desde distintas partes se me dice que mi radiografia del video-niño es exagerada, que
cargo las tintas. Vamos a discutirlo. Empezando por su lenguaje. Porque mi tesis es —
recuerdo— que el vídeo-niño es tal porque en gran medida ha perdido la capacidad de
usar el lenguaje abstracto del horno sapiens, y todavía más la del homo cogitans, para
recaer en la imprecisión y en el «primitivismo cognitivo» de la conversación ordinaria,
del lenguaje común (cfr Sartori, págs. 13-15 y 20-22). Así pues, déjame oír cómo sabes
hablar y te diré quién eres. A este respecto Raffaele Simone (1998, p. 183) indica que
tenemos que escuchar el lenguaje de los jóvenes para sacar de él lo que revela sobre su
«cultura mental». Y lo que se obtiene es que el «juego cultural» de las últimas
generaciones de jóvenes ya no sigue las reglas del juego de antes (que no es sino el
juego de siempre, de veinticinco siglos).
Nosotros hemos crecido —escribe Simone— en la convicción de que convenía ser
articulados, estructurados, que el lenguaje tenía que ser rico, preciso, sagaz; que [...]
distinguir era mejor que confundir [...] En fin, hemos crecido en la convicción de que
una de las funciones principales del lenguaje es la de ayudarnos a ser articulados y
precisos [...] Hoy día, en cambio, desde el universo de la precisión estamos regresando
hacia el de la aproximación: el lenguaje de las últimas generaciones de jóvenes (en este
caso sin demasiada diferencia de clase) es genérico, incapaz de precisar [...j Todo está
hecho de esto, aquello, tal, hacer, es decir, de intercalaciones que no capturan sino que
aluden. Rechaza la construcción precisa, la focalización rigurosa: deja todo indefinido
en un insípido caldo de significados (que además es probablemente el caldo cultural de
la New Age). Y el problema es que estos vicios [...] no se pasan con la juventud, sino
que se quedan pegados para siempre.
Cito por extenso porque no lo sabría decir mejor. El vídeo-niño se expresa en un
lenguaje agua chirle y vive (he escrito en este libro) en una melaza mental. Y si esta
diferencia de «cultura mental» pasa desapercibida a gran parte de los padres, es porque
los padres del 1999 son a su vez vídeo-niños que se ven reflejados en sus hijos.
Esta última reflexión me lleva a los padres y a su no hacer o hacer mal. Si el vídeo-niño
no crece, si nunca se convierte en un verdadero adulto, no es sólo porque está marcado
de por vida por un vídeo-ver originario. Una causa concomitante de esta falta de
crecimiento, y por ende de la falta de desarrollo de una personalidad autónoma, es que
los padres ya no representan una estructura de autoridad.