Page 69 - HOMO_VIDENS
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Tomadas de forma aislada, ninguna de estas lagunas es importante. Pero el conjunto
                  revela un vacío cultural y de información que deja horrorizado. ¿Los «directistas» (vid.
                  supra, págs. 129-132) que nos proponen al ciudadano autogobernante saben de qué
                  están hablando?





                  6. DEL VÍDEO-NIÑO A LA DECONSTRUCCIÓN DEL YO


                  Desde distintas partes se me dice que mi radiografia del video-niño es exagerada, que
                  cargo las tintas. Vamos a discutirlo. Empezando por su lenguaje. Porque mi tesis es —
                  recuerdo— que el vídeo-niño es tal porque en gran medida ha perdido la capacidad de
                  usar el lenguaje abstracto del horno sapiens, y todavía más la del homo cogitans, para
                  recaer en la imprecisión y en el «primitivismo cognitivo» de la conversación ordinaria,
                  del lenguaje común (cfr Sartori, págs. 13-15 y 20-22). Así pues, déjame oír cómo sabes
                  hablar y te diré quién eres. A este respecto Raffaele Simone (1998, p. 183) indica que
                  tenemos que escuchar el lenguaje de los jóvenes para sacar de él lo que revela sobre su
                  «cultura  mental».  Y  lo  que  se  obtiene  es  que  el  «juego  cultural»  de  las  últimas
                  generaciones de jóvenes  ya no sigue las reglas del juego de antes (que no es sino el
                  juego de siempre, de veinticinco siglos).

                  Nosotros  hemos  crecido  —escribe  Simone—  en  la  convicción  de  que  convenía  ser
                  articulados, estructurados, que el lenguaje tenía que ser rico, preciso, sagaz; que [...]
                  distinguir era mejor que confundir [...] En fin, hemos crecido en la convicción de que
                  una de las funciones principales del lenguaje es la de ayudarnos a ser articulados y
                  precisos [...] Hoy día, en cambio, desde el universo de la precisión estamos regresando
                  hacia el de la aproximación: el lenguaje de las últimas generaciones de jóvenes (en este
                  caso sin demasiada diferencia de clase) es genérico, incapaz de precisar [...j Todo está
                  hecho de esto, aquello, tal, hacer, es decir, de intercalaciones que no capturan sino que
                  aluden. Rechaza la construcción precisa, la focalización rigurosa: deja todo indefinido
                  en un insípido caldo de significados (que además es probablemente el caldo cultural de
                  la New Age). Y el problema es que estos vicios [...] no se pasan con la juventud, sino
                  que se quedan pegados para siempre.


                  Cito  por  extenso  porque  no  lo  sabría  decir  mejor.  El  vídeo-niño  se  expresa  en  un
                  lenguaje agua chirle y vive (he escrito en este libro) en una melaza mental. Y si esta
                  diferencia de «cultura mental» pasa desapercibida a gran parte de los padres, es porque
                  los padres del 1999 son a su vez vídeo-niños que se ven reflejados en sus hijos.

                  Esta última reflexión me lleva a los padres y a su no hacer o hacer mal. Si el vídeo-niño
                  no crece, si nunca se convierte en un verdadero adulto, no es sólo porque está marcado
                  de  por  vida  por  un  vídeo-ver  originario.  Una  causa  concomitante  de  esta  falta  de
                  crecimiento, y por ende de la falta de desarrollo de una personalidad autónoma, es que
                  los padres ya no representan una estructura de autoridad.
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