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Carlo Freccero, que fue director de Rai Due y supuesto enfantprodigede la profesión
                  televisiva, declara que «la televisión no se mide por su  calidad, porque la calidad es
                  siempre una resta» (1999, p. 12fl. Lo que es como decir que en televisión la calidad
                  hace perder (dinero  y  de todo). Sí  y no. Pues  esta «ley Freccero» vive  y  muere con
                  Auditel.  Mientras  las  cuentas  se  hacen  con  Auditel,  Freccero  tiene  razón,  pero  sin
                  Auditel su ley se desmorona.


                     El problema de Auditel —ya lo he apuntado— es que su medición es indiferenciada, o
                  en todo caso mal diferenciada 4. En cambio los públicos que ven la televisión son muy
                  diferentes:  ricos  y  pobres,  cultos  e  incultos,  jóvenes  y  ancianos,  etcétera.  Lo  cual
                  implica que también las mediciones tendrían que hacerse sobre un grupo estratificado de
                  población en el que estuviesen bien separadas e identificadas las diferentes bandas de
                  audiencia.
                     ¿Por qué no? El obstáculo es la  costumbre. Los señores  de la televisión  ya se han
                  acostumbrado a Auditel y tocarlo se ha convertido en un sacrilegio. Pero tocarlo es un
                  deber. Adviértase esto: no es que sin Auditel el índice de audiencia disminuiría (incluso
                  podría aumentar). Yes falso que sin Auditel la máquina de distribución de los ingresos
                  publicitarios  se  atascaría.  Sin  Auditel  sólo  sucedería  lo  siguiente:  la  cuantía  de  las
                  entradas publicitarias se distribuiría de forma distinta y seguramente más racional. Es
                  verdad  que  no  está  nada  claro  que  los  acomodados  sean  menos  burdos,  en  sus
                  audiencias, que los pobres. Pero lo que es seguro es que los primeros pueden gastar,
                  mientras que los segundos no. Y esta consideración nos permite ya afirmar que no tiene
                  justificación  publicitaria  la  persecución  del  último  vagabundo.  Precisado  esto,  es
                  evidente que para llegar al grupo estratificado que nos hace falta hay que combinar la
                  variable  de  la  renta  con  la  variable  del  nivel  de  instrucción.  Y  con  esto  queda  claro
                  cómo una audiencia relativamente baja, pero formada por un público que puede gastar,
                  resulta más interesante que una audiencia muy alta de muertos de hambre.

                     Por tanto, el resultado del sondeo Aiiditel es una televisión que masífica, en la cual la
                  cantidad aplasta a la calidad. Pero existe también la calidad que aplasta a la cantidad.
                  Hace  falta  darle  una  oportunidad.  Y  para  ello  nos  debemos  liberar  de  la  tiranía  de
                  Auditel. E incluso puede que sea verdad, como precisa el presidente de Auditel Giulio
                  Malgara, que «la “perversión” de Auditel no reside en la investigación [...] Reside en el
                  uso  impropio  de  ciertos  titulares  de  portada  propensos  a  reducir  todo  a  un  banal
                  combate de gana/pierde» . Pero si todo el problema estuviese aquí, entonces el remedio
                  que me permito aconsejar a Malgara sería muy simple: proporcionar solamente datos
                  diferenciados (por lo menos por nivel de renta, nivel de formación y clases de edad). En
                  este caso su lectura cotidiana perdería interés para el gran público (resultaría demasiado
                  complicada), y así el «combate gana/pierde» perdería su appeal.

                     Añádase a esto que los datos diferenciados permitirían a cada uno de los presentadores
                  de  los  distintos  programas  hacer  gala  de  una  victoria  propia:  sí,  yo  tengo  menos
                  audiencia  pero,  por  ejemplo,  tengo  más  jóvenes,  más  mujeres,  más  élites.  Por  el
                  contrario,  mientras  Auditel  siga  proporcionando  datos  indiferenciados  no  tendrá  el
                  derecho de quejarse de que se haga de ellos un uso impropio o perverso.
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