Page 66 - HOMO_VIDENS
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Yo además no creo que un Berlusconi o un Murdoch renunciarían a su influencia
                  política por algunos miles de millones (para ellos una nadería). Y en cualquier caso la
                  cuestión es que sin el «combate Auditel» (que se extingue prácticamente por sí sólo allí
                  donde no hay publicidad que comprar o vender) todos, telediarios públicos y privados,
                  serían libres de hacer las cosas mejor.


                  Hoy  por  hoy  Auditel  —así  como  sus  equivalentes  en  otros  países—  obliga  a  los
                  productores  de  información  a  penalizar  a  los  grupos  de  audiencia  que  desearían  un
                  informativo  decoroso,  y  a  favorecer  en  cambio  a  una  audiencia  a  la  que  interesa
                  solamente la crónica negra, la crónica rosa, deportiva, musical, dulzona, llorona, en fin,
                  sólo  la  crónica  emotiva  o  de  entretenimiento.  La  alternativa  sensata  es  ofrecer,  en
                  cambio, informativos separados: uno de información seria, otro de información frívola.
                  Pongamos, media hora uno, media hora el otro. Para coger este camino basta llegar a
                  entender que no importa que el segundo informativo tenga, pongamos por caso, cinco
                  veces más audiencia que el primero. Porque el informativo frívolo se condena por sí
                  solo a la propia irrelevancia, mientras que el informativo serio es relevante, diría yo,
                  casi por definición, porque se dirige al público que es relevante para la cosa pública.



                    Sé bien que la objeción de rigor es que la televisión no da política, o la reduce al
                  mínimo, porque la política no interesa (vid. supra, págs. 88-91).Pero tampoco la escuela
                  interesa, o interesa cada vez menos, a nuestros estudiantes. ¿Tenemos que deducir de
                  esto que hay que abolir la escuela?





                  5. Nos AHOGAMOS EN LA IGNORANCIA

                  Ya  hace  mucho  tiempo  que  la  teoría  de  la  democracia  emprendió  una  carrera  hacia
                  delante. Avanza hoy, avanza mañana; la divergencia entre la «democracia avanzada»
                  invocada y preanunciada sobre el papel y el «día a día» de las democracias reales en las
                  cuales  vivimos  se  ha  convertido  ya  en  una  divergencia  astronómica.  Llegados  a  este
                  punto  la  democracia  que  se  nos  presenta  y  promete  se  llama  «ciberdemocracia»  o,
                  menos  crípticamente,  democracia  electrónica,  es  decir,  un  autogobierno  de  los
                  ciudadanos realizado vía ordenador, lo cual abre las puertas a su ejercicio directo del
                  poder,  un  ejercicio  de  poder  que  a  su  vez  se  traduce  en  su  prácticamente  infinita
                  libertad.Pero la realidad —como ya he subrayado anteriormente— es que el ciudadano
                  capacitado para ser tal está en vías de extinción, y el demo-poder se está convirtiendo en
                  demo-impotencia.  Porque  un  pueblo  soberano  que  no  sabe  nada  de  política  ¿es
                  soberano?  ¿Qué  puede  nacer  de  la  nada?  Como  mucho,  ex  nihilo  nihilfit.  O  de  otra
                  manera: de la nada nace el caos.
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