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El combate por una indiscriminada audiencia máxima es un combate desencadenado
                  precisamente  por  las  medidas  Auditel.  Hasta  aquí  la  argumentación  general  y  en
                  general. Ahora hace falta delimitarla y afinarla sobre la información y formación del
                  ciudadano, y lo haré refiriéndome a los noticiarios políticos. El destino de la televisión
                  de  esparcimiento,  de  la  televisión  que  entretiene,  no  me  interesa  especialmente.  Mi
                  problema  es  la  televisión  que  hace,  o  deshace,  la  opinión  pública.  Ynos  podemos
                  permitir entrar en este problema poniéndonos en el lugar del que dirige un telediario.
                  Para él, me pregunto „o, ¿cuál es la diferencia entre, pongamos, una noticia sobre la
                  integración europea y la noticia de un asesinato? En principio ninguna, en el sentido de
                  que para él ambos son puros y simples relatos, noticias de crónica que hay que presentar
                  como tales. El hecho de que la primera sea un issue que hace falta explicar (en este caso
                  el  material  filmado  es  irrelevante),  mientras  que  la  segunda  es  sólo  una  «acción
                  abominable» que se debe contar, es una diferencia que al periodista lo único que hace es
                  molestarle. La noticia europa tendría que ir comentada (y esto ya es en sí un incordio);
                  además Europa no proporciona imágenes espectaculares y, por tanto —para un público
                  de entretenimiento, de infotainment—, es simplemente aburrida. En cambio el asesinato,
                  con toda su parafernalia de cadáver en exhibición, no requiere esfuerzos mentales para
                  ser captado y es, precisamente, una noticia espectacular. El resultado es que Europa se
                  convierte  en  una  mini-noticia  que  se  puede  relegar  a  cualquier  rincón  y  a  la  que  se
                  dedican treinta segundos, mientras que los asesinatos (y similares) abren los telediarios
                  y obtienen dos minutos.

                     Admitamos ahora que nuestro director de telediario se dé cuenta de que haciendo esto
                  no sólo viola toda regla de correcta información (transforma el inicro en  macro  y  lo
                  irrelevante en importante), sino que también contribuye a destruir una opinión pública
                  sobre  cosas  públicas.  Y  admitamos  que  se  dé  cuenta  de  la  enormidad  de  ciertas
                  omisiones:  por  ejemplo  de  haber  ignorado  la  conferencia  de  Montevideo  sobre  la
                  contaminación  atmosférica  y  los  problemas  globales  de  la  ecología,  bonitamente
                  sustituidos en su informativo, qué sé yo, por un desfile de moda. Admitamos, pues, que
                  esta persona se sienta infeliz con el producto que confecciona. Incluso si es así, ¿qué
                  puede hacer? Mientras esté tiranizado por Auditel —ya lo sabemos—, poco.


                   ¿Pero por qué también él tiene que ser medido? Las mediciones cotidianas de audiencia
                  sirven  para  la  publicidad.  Pero  a  los  telediarios  de  la  televisión  pública  no  les  está
                  permitido  —justamente—  la  interrupción  publicitaria.  ¿Y  entonces  por  qué  contar  o
                  contarse? Se responde: porque también en los informativos la televiSión pública está en
                  competencia  con  la  privada  y  tiene  que  demostrar  que  es  mejol;  que  le  gana  en
                  audiencia.  Pero  si  lo  tiene  que  demostrar  al  precio  de  hacerse  incluso  peor  —en
                  términos de demagogia competitiva— que las televisiones privadas, entonces el juego
                  es  sólo  una  suma  de  resultado  negativo  para  todos.  ver  verdaderamente  la  cuestión
                  bastaría con prohibir también a la televisión comercial la emisión de informativos con
                  publicidad.  La  queja  sería  que  de  esta  forma  la  televisión  privada  se  quedaría  en
                  números rojos, o con más números rojos que nunca. Pero la televisión comercial no está
                  obligada,  y  no  debe  ser  obligada,  a  realizar  telediarios.  Si  los  considera  un  coste
                  improductivo, que los elimine. Total, es un servicio que está asegurado por el servicio
                  público.
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