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Tampoco  vamos  mejor  con  Europa.  También  según  Mannheimer,  en  ningún  país
                  europeo el porcentaje de los que dicen saber mucho del tema es superior al 5 por ciento.
                  ¿Pueblo soberano? Venga ya, intentemos ser serios. Estos datos son escalofriantes. Silos
                  problemas europeos y de Europa fuesen decididos por la democracia electrónica, el 5
                  por  ciento  de  las  personas  competentes  sería  fulminantemente  aplastada  por  una
                  avalancha (el 95 por ciento) de ignorancia. También es evidente el efecto negativo del
                  tele-ver en la cultura escrita, en la cultura basada en la palabra.

                     En  1998  casi  el  65  por  ciento  de  los  italianos  declararon  que  nunca  leen  un  libro,
                  mientras  que  un  62  por  ciento  admite  que  nunca  lee  nada,  ni  siquiera  periódicos
                  deportivos o revistas de cualquier tipo. El último censo estadounidense de 1986 no era
                  menos desalentador: resultaba que 70 millones de americanos adultos eran analfabetos.
                  E  investigaciones  más  recientes  muestran  que  106  millones  de  americanos  no  saben
                  leer, en el sentido de que leen  mal.  Y  los  datos  subdivididos  por clases  de edad son
                  todavía más preocupantes. En Italia (en 1998) sólo el 18 por ciento de los jóvenes entre
                  los  quince  y los  veinticuatro años compraba un cotidiano. Por tanto,  más  del 80 por
                  ciento  de  losjóvenes  sabe  de  política  —si  quiere—  solamente  en  términos  de  vídeo-
                  política, lo que es corno decir que, en  términos  de entender, no sabe nada del  tema.



                     Pasando al terreno de lo frívolo —pero es un frívolo que dice mucho— alguien se
                  acuerda de que en los buenos tiempos de Lascia o Radoppia? (ESe planta o dobla?) de
                  Mike  Bongiorno  los  concursantes  del  programa  estaban  formidablemente  preparados
                  (en los temas elegidos por ellos)? Hoy día ese tipo de programa ya no sería posible por
                  falta  de  materia  prima.  Actualmente  los  concursantes  que  se  ponen  a  prueba  en
                  adivinanzas  confían  en  la  buena  suerte  y  piden  la  «ayudita».  Y,  corno  escribe  Aldo
                  Grasso (corriere della Sera del 24 de enero de 1999), «no saben quién es Leopardi [...1
                  quién es Fígaro [...] quién es Mahoma, quién es Gagarin. No saben nada de nada, son de
                  una  ignorancia  abismal».  Y  sin  embargo,  comenta  Grasso,  «estos  concursantes  [...]
                  seguramente han ido a las escuelas superiores, poseen teléfono móvil, demuestran su
                  familiaridad con los llamados Vip del vídeo».


                     Precisamente, el universo de su «familiaridad» es solamente lo visto-en-vídeo: estos
                  concursantes son perfectos ejemplares de vídeo-niños. ¿Basta con esto? Ya que estoy
                  puesto voy a picotear, para acabar bien, en una desordenada pila de recortes americanos
                  que he ido acumulando a lo largo de los años. ¿La Carta Magna? Ochenta y cinco de
                  cada cien estudiantes se preguntan turbados qué es. ¿Los nazis? Uno de cada tres no
                  sabe. ¿Cuándo nació Cristo? Cuatro estudiantes de cada diez ni siquiera caen en que la
                  respuesta está dada por el calendario que usan (y por tanto demuestran que no saben que
                  ellos  cuentan  y  distribuyen los  años «antes  de Cristo»  y «después  de Cristo»).  Y  un
                  conjunto de quinientos estudiantes contesta sobre los nombres propios que se citan a
                  continuación equivocándose en los porcentajes que se indican al lado: Dickens (86 por
                  ciento),  Marx  (49  por  ciento),  Einstein  (54  por  ciento),  Gandhi  (60  por  ciento),
                  Mussolini (50 por ciento), Van Gogh (54 por ciento), Eisenhower (55 por ciento). El
                  político  que  más  se  salva  es  Churchill  (con  sólo  un  24  por  ciento  de  respuestas
                  equivocadas).  Pero  el  triunfador  absoluto  es  Babe  Ruth,  obviamente  un  famosísimo
                  jugador  de  basebali:  el  97  por  ciento  sabía  perfectamente  quién  era.
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