Page 172 - Cementerio de animales
P. 172

que no se quitaba con nada. A veces aun ahora me despierto por la noche oliendo a
           ciruela y, si no estoy despierta del todo, pienso: ¿Aún no ha muerto Zelda? Aún…
               Rachel contuvo el aliento y Louis le apretó una mano con vehemencia.

               —Cuando la cambiábamos se le veía la espalda retorcida y llena de bultos. Al
           final, Louis, al final, parecía que…, parecía que el culo se le hubiera subido hasta las
           paletillas.

               Ahora los ojos húmedos de Rachel tenían la mirada horrorizada y vidriosa de los
           de una niña que recordara una persistente pesadilla.
               —A veces, me tocaba con sus manos… sus manos de pájaro… y a mí me faltaba

           poco para ponerme a gritar, y un día se me cayó la sopa en el brazo porque ella me
           había tocado la cara, y me quemé, y entonces sí que grité. Y otra vez vi la risa en sus
           ojos.

               »Hacia el final, los calmantes ya no hacían efecto. Y entonces la que gritaba era
           ella, y ninguno de nosotros podía recordarla como era antes, ni siquiera mi madre. Ya

           no  era  más  que  aquella  cosa  deforme  que  gritaba  en  el  cuarto  de  atrás…  Nuestro
           secreto vergonzoso.
               Rachel tragó saliva y la garganta le chasqueó.
               —Mis padres habían salido cuando ella, por fin…, cuando ella… bueno, cuando

           ella…
               Con un esfuerzo terrible y desgarrador, Rachel pronunció la palabra.

               —Cuando ella murió, mis padres no estaban en casa. Yo me quedé. Era Pascua y
           habían ido a ver a unos amigos. No iban a estar fuera más que unos minutos. Yo
           estaba en la cocina, leyendo una revista o, por lo menos, mirándola. Esperaba que
           fuera  hora  de  darle  la  medicina,  porque  ella  estaba  gritando.  Empezó  a  gritar  en

           cuanto se fueron mis padres. Yo, con aquellos gritos, no podía leer. Y entonces…
           entonces…  bueno…  Zelda  dejó  de  gritar.  Yo  tenía  ocho  años,  Louis,  y  pesadillas

           todas las noches… Empezaba a pensar que mi hermana me odiaba porque yo tenía la
           espalda derecha, porque yo no tenía aquellos dolores, porque yo podía andar, porque
           yo viviría… Empezaba a pensar que quería matarme. Aún hoy, Louis, aún hoy no
           puedo creer que todo fueran imaginaciones. Estoy convencida de que me odiaba. No

           sé si hubiera llegado a matarme, pero si hubiera podido apoderarse de mi cuerpo…,
           echarme a mí de él como en un cuento de hadas…, eso sí lo habría hecho. Cuando

           dejó de gritar, subí a ver si le había ocurrido algo, si había caído de lado o resbalado
           de los almohadones. Entré en la habitación, la miré y pensé que se había tragado la
           lengua y estaba asfixiándose. Louis —su voz volvía a ser chillona y lacrimosa y tenía

           un alarmante acento infantil, como si hubiera regresado en el tiempo y reviviera la
           experiencia—, Louis, yo no sabía qué hacer. ¡Tenía ocho años!
               —¡Qué ibas a saber! —dijo Louis abrazándola y Rachel se asió a él con el frenesí

           del mal nadador cuyo bote acaba de volcarse en medio de un lago—. ¿Alguien te ha




                                        www.lectulandia.com - Página 172
   167   168   169   170   171   172   173   174   175   176   177