Page 169 - Cementerio de animales
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sujeto. Para mi él era el verdadero médico de la pandilla, y no Lucas.»
               No; Louis nunca creyó en la otra vida. Por lo menos, hasta lo de Church.
               —Yo  creo  que  hay  algo  más  allá  —dijo  a  su  hija,  hablando  despacio—.  Pero

           cómo puede ser, eso no lo sé. Tal vez sea distinto para cada cual. Tal vez sea lo que
           cada uno creyó que sería durante toda su vida. Pero creo que hay algo y creo que Mrs.
           Crandall debe de estar en algún lugar donde pueda ser feliz.

               —Tú tienes fe en eso —dijo Ellie. No era una pregunta. Parecía intimidada. Louis
           sonrió, entre satisfecho y cohibido.
               —Seguramente. Y también tengo fe en que es hora de que te vayas a la cama.

           Llevas diez minutos de retraso. Le besó en los labios y en la punta de la nariz.
               —¿Tú crees que los animales tienen otra vida?
               —Sí —dijo él sin pensarlo, y estuvo a punto de añadir: Sobre todo, los gatos. Las

           palabras casi le asomaron a sus labios, y sintió que la piel le quedaba rígida y fría.
               —Bueno —dijo la niña deslizándose al suelo—. Tengo que dar un beso a mamá.

               —Pues, adelante.
               Louis la siguió con la mirada. Al llegar a la puerta del comedor, la niña se volvió
           y dijo:
               —Aquel día me puse muy tonta con Church, ¿verdad? ¡Y cómo lloraba!

               —No, cariño —dijo él—. A mí no me pareciste tonta.
               —Si  ahora  se  muriera,  me  parece  que  podría  resistirlo  —dijo  ella,  y  pareció

           quedarse un poco sorprendida por lo que acababa de decir. Luego, corroboró—: Sí,
           podría. —Y se fue en busca de Rachel.




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               Aquella noche, en la cama, Rachel dijo:
               —He oído lo que le decías.

               —¿Y no te parece bien? —preguntó Louis. Decidió que sería mejor hablar sin
           tapujos, si así lo quería ella.

               —No  es  eso  —dijo  Rachel  en  un  tono  de  vacilación  impropio  de  ella—.  No,
           Louis; no es eso. Es que… me asusto. Y tú ya me conoces, cuando me asusto me
           pongo a la defensiva.
               Louis no recordaba haber oído nunca a Rachel hablar con tanta desconfianza y, de

           pronto, se sintió receloso, como si estuviera pisando un campo de minas.
               —¿Te asustas? ¿De qué? ¿De la muerte?

               —No es mi muerte lo que me asusta. Casi nunca pienso en ella… Ya no. Pero
           cuando era niña pensaba mucho en eso. Y no podía dormir. Soñaba con monstruos
           que venían a comerme en la cama. Y todos tenían la cara de mi hermana Zelda.
               «Sí —pensó Louis—. Ya salió por fin, al cabo de todos estos años de matrimonio.




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