Page 165 - Cementerio de animales
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mostrara Norma la víspera de Año Nuevo, cuando los dos matrimonios estuvieron
bebiendo ponche de huevo en casa de los Creed.
Jud, aún con la cara congestionada, le sacó una cerveza del frigorífico.
—Aún es temprano; pero en algún sitio ya se habrá puesto el sol y, dadas las
circunstancias…
—No digas más —le atajó Louis destapando la cerveza. Miró a Jud—.
¿Brindamos por ella?
—Pues claro —dijo Jud—. Si la hubieras visto a los dieciséis años, Louis, cuando
volvía de la iglesia con la chaqueta desabrochada y aquella blusa blanca…, se te
hubieran ido los ojos tras ella. Hasta el mismo diablo hubiera dejado la bebida por
ella. Gracias a Dios, a mí nunca me lo pidió.
Louis movió la cabeza y levantó la botella.
—Por Norma —dijo.
Jud hizo chocar su cerveza con la de Louis. Estaba llorando otra vez, pero
también sonreía y asentía.
—Que goce de la paz dondequiera que esté, y que no tenga artritis.
—Amén —dijo Louis. Y bebieron.
Fue la única vez que Louis vio a Jud más que medianamente achispado; pero ni
aun así disparataba. De sus labios brotaba un torrente de anécdotas y recuerdos,
cariñosos, vividos y, en ocasiones, conmovedores. Pero no por hablar del pasado
descuidaba el presente, y Louis no podía sino admirar su entereza. Dudaba mucho
que él hubiera reaccionado con tanta serenidad si Rachel hubiera caído fulminada
aquella mañana, después del pomelo y el cereal.
Jud llamó a la funeraria Brookings—Smith de Bangor, avanzó por teléfono todos
los datos y quedó en ir al día siguiente para ultimar detalles. Sí; quería que la
embalsamaran. El vestido se lo daría él. Ropa interior, también. No, no quería que la
funeraria le pusiera de esos zapatos que se abrochan detrás. ¿Podrían encargarse de
que le lavaran el cabello? Ella se lo había lavado el lunes por la noche, de manera que
ya lo tendría sucio. Se quedó escuchando y Louis, que conocía el ramo, supuso que el
empleado de la funeraria estaba diciendo a Jud que el último lavado y marcado estaba
incluido en el servicio. Jud asintió y dijo que muchas gracias. Sí, que la maquillaran;
pero con discreción «Está muerta y todo el mundo lo sabe —dijo encendiendo otro
Chesterfield—. No hace falta que le pongan muchos potingues.» El féretro estaría
cerrado durante el funeral, dispuso en tono tranquilo y tajante, y abierto la víspera,
durante el velatorio. Sería enterrada en el cementerio de Mount Hope, donde habían
comprado tumbas en 1951. Tenía los papeles a mano y dio al empleado el número de
la tumba, para que pudieran empezar los preparativos: H-101. Él, según dijo después
a Louis, tenía el H-102.
Cuando colgó el teléfono, Jud miró a Louis y dijo:
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