Page 160 - Cementerio de animales
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Había que limpiar aquello. A nadie le haría gracia encontrar semejante regalo la
           mañana de Navidad. Y él era el responsable, ¿no? Naturalmente. Él y sólo él. Así lo
           reconoció  tácitamente  la  misma  tarde  en  que  regresó  su  familia,  al  tirar  los

           neumáticos sobre el cuerpo del ratón despedazado por Church.
               «El fondo del corazón humano aún es más árido, Louis.»
               Este pensamiento fue tan claro, tan audible, que Louis se sobresaltó ligeramente,

           como si Jud hubiera aparecido a su lado de improviso y hablado en voz alta.
               «El hombre cultiva lo que puede…, y lo cuida.»
               Church seguía inclinado golosamente sobre el pájaro. Ahora la había emprendido

           con la otra ala. Se oía un tétrico roce mientras tiraba de ella adelante y atrás, adelante
           y atrás. No te sulfures, chico, el pajarraco está más tieso que una boñiga de perro.
           ¿Qué puede importar que se lo coma el gato?

               Louis dio al gato un puntapié. Un fuerte puntapié. Los cuartos traseros del animal
           se elevaron y chocaron contra el suelo esparrancados. Church lanzó a Louis otra de

           sus malévolas miradas amarillentas y se alejó.
               —Anda, cómeme —dijo Louis con un siseo felino.
               —¿Louis? —La voz de Rachel llegaba débilmente desde el dormitorio—. ¿Vienes
           a la cama?

               —Ahora  mismo  —respondió  él.  «Un  momento,  que  tengo  aquí  un  pequeño
           fregado. Y es sólo mío, Rachel; así que a mí me toca limpiarlo.» Buscó el interruptor

           de la luz del garaje y volvió a la cocina, a buscar una de las bolsas verdes que se
           guardaban debajo del fregadero. Aquello le recordó otra noche… Llevó la bolsa al
           garaje y descolgó la pala de su gancho de la pared. Raspó el felpudo con el borde de
           la pala y echó el pájaro a la bolsa. Luego, recogió el ala y la metió también. Cerró la

           bolsa con un fuerte nudo y la depositó en el cubo que estaba al otro lado del Civic.
           Cuando terminó, los tobillos se le habían quedado helados.

               Church  le  miraba  desde  la  puerta.  Louis  le  amenazó  con  la  pala  y  el  gato  se
           esfumó como una sombra.
               Rachel  estaba  en  la  cama  y,  según  lo  prometido,  no  llevaba  nada  más  que  el
           zafiro. Le sonrió suavemente.

               —¿Por qué tardaste tanto, jefe?
               —Estaba  fundida  la  bombilla  del  fregadero,  y  he  tenido  que  cambiarla  —dijo

           Louis.
               —Ven aquí —dijo ella tirándole y no precisamente de la mano—. Él sabe si estás
           dormido —canturreó ella, doblando las comisuras de los labios en una leve sonrisa—.

           Él sabe si estás despierto… ¡Oh, chico! Louis, ¿qué te ha pasado?
               —Es algo que despertó de pronto —dijo él quitándose la bata—. Tendremos que
           intentar que se duerma otra vez antes de que llegue Papá Noel, ¿no te parece?

               Ella se incorporó apoyándose en un codo. Él sintió su aliento cálido y dulce.




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