Page 155 - Cementerio de animales
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El virus de Gage persistió durante una semana y luego cedió. A la semana
siguiente, el niño pilló una bronquitis. Ellie se contagió y, luego, Rachel. Durante el
período anterior a la Navidad, los tres tosían como perros de caza achacosos. Louis se
libró, y Rachel pareció tomárselo a mal.
La última semana de clases fue de verdadero agobio para Louis, Steve, Surrendra
y Miss Charlton. No había gripe —por lo menos, todavía— pero sí muchos casos de
mononucleosis y congestión pulmonar. Dos días antes de que terminaran las clases,
seis estudiantes, quejumbrosos y borrachos, fueron llevados a la enfermería por sus
atribulados amigos. Hubo unos momentos de desbarajuste, espantosamente similares
a los provocados por el caso Pascow. Aquellos seis idiotas se habían metido en una
vagoneta mediana (el sexto iba sentado en los hombros del hombre de cola, por lo
que Louis pudo deducir) y lanzado pendiente abajo, más arriba de la planta
generadora de vapor. De fábula. Sólo que, cuando la vagoneta tomó velocidad, se
salió de la pista y fue a chocar contra uno de los cañones de la guerra civil. El balance
fue de dos brazos, una muñeca y un total de siete costillas rotas, una conmoción e
infinidad de contusiones. Sólo escapó ileso el que iba en los hombros de su
compañero. El afortunado mortal salió despedido por el aire y fue a caer de cabeza en
un montón de nieve. No fue tarea divertida la reparación de tanto desperfecto, y
Louis echó un buen rapapolvo a la pandilla mientras cosía, vendaba e inspeccionaba
fondos de ojo; pero después, al contárselo a Rachel, estuvo otra vez riendo hasta que
se le saltaron las lágrimas. Ella lo miró con extrañeza, sin verle la gracia, y Louis no
podía decirle que aquello había sido un accidente estúpido con heridos, pero que
todos habían podido salir por su propio pie. La risa estaba provocada en parte por el
alivio y en parte también por la satisfacción: hoy te anotaste un tanto, Louis.
La bronquitis de la familia había empezado a remitir cuando, el 16 de diciembre,
el colegio de Ellie empezó las vacaciones y los cuatro se dispusieron a celebrar una
Navidad alegre y rural, a la antigua usanza. La casa de North Ludlow que tan extraña
les pareciera aquel día de agosto en que tomaron posesión (extraña e incluso hostil,
cuando Ellie se hizo daño en la rodilla y una abeja picó a Gage casi al mismo tiempo)
nunca estuvo tan hogareña y acogedora.
En Nochebuena, una vez los niños estuvieron dormidos al fin, Louis y Rachel
bajaron sigilosamente del desván como dos ladrones, cargados de cajas de colores:
una colección de bólidos Matchbox para Gage que acababa de descubrir el encanto de
los coches de juguete, muñecas Barbie y Ken para Ellie, varios juegos, un triciclo
enorme, vestiditos para las muñecas, una cocina con una bombilla que se encendía,
etcétera.
Los dos se sentaron a la luz del árbol, Rachel con un pijama de seda y Louis con
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