Page 163 - Cementerio de animales
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Louis  frunció  el  entrecejo.  A  pesar  de  la  terrible  noticia,  lo  que  ahora  le
           preocupaba era Rachel. Ya estaba otra vez. No era nada concreto, sino una actitud
           general. La de que la muerte era un secreto, algo terrible que había que ocultar a los

           niños, del mismo modo que las damas y caballeros Víctorianos les ocultaban la cruda
           y escabrosa realidad de la vida sexual.
               —¡Caray! ¿Ha sido el corazón?

               —No  lo  sé.  —Ya  no  lloraba,  pero  tenía  la  voz  afónica—.  ¿No  podrías  venir,
           Louis? Me parece que él te necesita. Eres amigo suyo.
               «Amigo suyo.»

               «Lo  soy,  sí  —pensó  Louis  con  una  ligera  sorpresa—.  Nunca  imaginé  que  me
           haría  amigo  de  un  octogenario,  pero  así  es.»  Y  entonces  se  le  ocurrió  que  era
           preferible  que  fueran  amigos,  teniendo  en  cuenta  lo  que  había  entre  ellos.

           Seguramente,  Jud  había  descubierto  aquella  amistad  mucho  antes  que  el  propio
           Louis. Por eso trató de ayudarle entonces. Y, a pesar de todo lo ocurrido después, a

           pesar de los ratones, a pesar del cuervo, Louis pensaba que tal vez Jud había estado
           acertado o, si no acertado, por lo menos, solícito. Él haría ahora todo lo que pudiera
           por Jud, incluso actuar de maestro de ceremonias en el funeral.
               —Ahora mismo voy —dijo. Y colgó.






















































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