Page 166 - Cementerio de animales
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—Para mí que el cementerio más bonito del mundo está precisamente aquí, en
Bangor. Sácate otra cerveza, Louis, que esto va para largo.
Louis, que ya empezaba a estar mareado, iba a rehusar cuando ante sus ojos
apareció de improviso una imagen grotesca: vio a Jud arrastrando el cadáver de
Norma por el bosque en unas parihuelas, camino del cementerio micmac, más allá de
Pet Sematary.
Aquella visión le produjo el efecto de una bofetada. Sin decir palabra, se levantó
y sacó otra cerveza del frigorífico. Jud movió la cabeza afirmativamente y marcó otro
número. Cuando, alrededor de las tres de la tarde, Louis se fue a su casa a comer un
bocadillo y tomar un tazón de sopa, Jud tenía ya muy adelantada la labor de
organización de los funerales por su esposa. Pasaba de una cosa a la siguiente como
el que prepara una cena importante. Llamó a la iglesia metodista de North Ludlow,
donde se celebraría el oficio, y a la oficina del cementerio Mount Hope. La funeraria
llamaría de todos modos, pero Jud prefirió avisar personalmente por cortesía. Era éste
un gesto que pocos deudos solían tener; unos, porque no caían en ello y otros, porque
no se sentían con fuerzas. Louis admiraba a Jud por este detalle. Después avisó a los
escasos parientes de Norma y a los suyos, hojeando una decrépita agenda de piel. Y,
entre llamada y llamada, bebía cerveza y recordaba el pasado.
Louis sentía una gran admiración… ¿Y afecto?
Sí; le decía su corazón. Y afecto.
* * *
Aquella noche, cuando Ellie bajó ya con el pijama para darle un beso, preguntó a
Louis si Mrs. Crandall iría al cielo. Lo dijo casi en un susurro, como si supiera que
era preferible que su madre no lo oyera. Rachel estaba en la cocina, preparando un
pastel de pollo que pensaba llevar a Jud al día siguiente.
Al otro lado de la calle, en casa de los Crandall, estaban encendidas todas las
luces. Había coches aparcados en la senda del jardín y en hilera, junto a la carretera, a
lo largo de unos treinta metros a cada lado de la casa. El velatorio oficial tendría lugar
al día siguiente, en la funeraria, pero aquella noche la gente había ido a consolar a Jud
lo mejor posible, a ayudarle a recordar, y hacerle compañía. Entre una y otra casa
soplaba un gélido viento de febrero. En la carretera había placas de hielo negro.
Ahora tenían encima lo más crudo del invierno de Maine.
—Bueno, cariño, pues no sé qué decirte —respondió Louis sentando a Ellie en
sus rodillas.
En la tele había un tiroteo. Un hombre giró sobre sí mismo y se desplomó sin que
ninguno de los dos le prestara atención. Louis se dijo entonces —un tanto incómodo
— que probablemente Ellie sabía muchas más cosas acerca de Spiderman, Ronald
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