Page 166 - Cementerio de animales
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—Para mí que el cementerio más bonito del mundo está precisamente aquí, en
           Bangor. Sácate otra cerveza, Louis, que esto va para largo.
               Louis,  que  ya  empezaba  a  estar  mareado,  iba  a  rehusar  cuando  ante  sus  ojos

           apareció  de  improviso  una  imagen  grotesca:  vio  a  Jud  arrastrando  el  cadáver  de
           Norma por el bosque en unas parihuelas, camino del cementerio micmac, más allá de
           Pet Sematary.

               Aquella visión le produjo el efecto de una bofetada. Sin decir palabra, se levantó
           y sacó otra cerveza del frigorífico. Jud movió la cabeza afirmativamente y marcó otro
           número. Cuando, alrededor de las tres de la tarde, Louis se fue a su casa a comer un

           bocadillo  y  tomar  un  tazón  de  sopa,  Jud  tenía  ya  muy  adelantada  la  labor  de
           organización de los funerales por su esposa. Pasaba de una cosa a la siguiente como
           el que prepara una cena importante. Llamó a la iglesia metodista de North Ludlow,

           donde se celebraría el oficio, y a la oficina del cementerio Mount Hope. La funeraria
           llamaría de todos modos, pero Jud prefirió avisar personalmente por cortesía. Era éste

           un gesto que pocos deudos solían tener; unos, porque no caían en ello y otros, porque
           no se sentían con fuerzas. Louis admiraba a Jud por este detalle. Después avisó a los
           escasos parientes de Norma y a los suyos, hojeando una decrépita agenda de piel. Y,
           entre llamada y llamada, bebía cerveza y recordaba el pasado.

               Louis sentía una gran admiración… ¿Y afecto?
               Sí; le decía su corazón. Y afecto.




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               Aquella noche, cuando Ellie bajó ya con el pijama para darle un beso, preguntó a

           Louis si Mrs. Crandall iría al cielo. Lo dijo casi en un susurro, como si supiera que
           era preferible que su madre no lo oyera. Rachel estaba en la cocina, preparando un
           pastel de pollo que pensaba llevar a Jud al día siguiente.

               Al otro lado de la calle, en casa de los Crandall, estaban encendidas todas las
           luces. Había coches aparcados en la senda del jardín y en hilera, junto a la carretera, a

           lo largo de unos treinta metros a cada lado de la casa. El velatorio oficial tendría lugar
           al día siguiente, en la funeraria, pero aquella noche la gente había ido a consolar a Jud
           lo mejor posible, a ayudarle a recordar, y hacerle compañía. Entre una y otra casa
           soplaba  un  gélido  viento  de  febrero.  En  la  carretera  había  placas  de  hielo  negro.

           Ahora tenían encima lo más crudo del invierno de Maine.
               —Bueno, cariño, pues no sé qué decirte —respondió Louis sentando a Ellie en

           sus rodillas.
               En la tele había un tiroteo. Un hombre giró sobre sí mismo y se desplomó sin que
           ninguno de los dos le prestara atención. Louis se dijo entonces —un tanto incómodo
           — que probablemente Ellie sabía muchas más cosas acerca de Spiderman, Ronald




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