Page 60 - Cementerio de animales
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conmiseración  que  le  lanzó.  Aquel  muchacho,  musculoso  y  bronceado  —quizá  de
           haber estado todo el verano reparando carreteras, pintando fachadas o dando clases de
           tenis— que no llevaba más ropa que unos "shorts" colorados con listas blancas, aquel

           muchacho  iba  a  morir  de  todos  modos.  Y  habría  muerto  también  aunque  la
           ambulancia hubiera estado aparcada en su sitio y con el motor en marcha cuando lo
           trajeron.

               Increíblemente, el moribundo se movía. Agitó los párpados y abrió los ojos. Unos
           ojos  azules  con  el  iris  ribeteado  de  sangre,  que  miraba  sin  ver.  Trató  de  mover  la
           cabeza  y  Louis  le  sujetó  con  más  fuerza,  pensando  que  tenía  el  cuello  partido.  El

           terrible traumatismo craneal no excluía la posibilidad de que sintiera dolor.
               «¡Qué agujero, Señor, qué agujero!»
               —¿Qué le ha pasado? —preguntó a Steve, comprendiendo que la pregunta era

           estúpida e inútil. La pregunta de un mirón. Pero ante aquel agujero él no podía ser
           más que eso, un mirón—. ¿Lo trajo la policía?

               —No; lo trajeron unos estudiantes, en una manta. No sé nada más.
               Lo que importaba era lo que iba a pasar ahora. Y eso le afectaba a él.
               —Ve a buscarlos. Hazlos entrar por la otra puerta. Quiero tenerlos a mano, pero
           que no vean más de lo que han visto ya.

               Masterton, con cara de alivio por tener una excusa para marcharse, se fue hacia la
           puerta y la abrió. Se oyó un murmullo de voces excitadas y curiosas. Louis percibió

           también el aullido de la sirena de la policía. Ya venían los de seguridad. Louis sintió
           un leve y mezquino alivio.
               El moribundo hacía una especie de gorgoteo. Estaba tratando de hablar. Louis oía
           sílabas —cuando menos, fonemas— pero las palabras eran ininteligibles.

               Louis se inclinó y dijo:
               —Todo va bien, chico. —Al decirlo se acordó de Ellie y de Rachel y sintió un

           espasmo en el estómago. Se puso una mano en la boca para ahogar la náusea.
               —Caaa —dijo el muchacho—. Gaaaaaa…
               Louis miró en derredor y vio que se había quedado solo con el moribundo. Oía a
           lo lejos la voz de Joan Charlton que decía a las aspirantes que la camilla dura estaba

           en el armario de la sala Dos. Louis tenía sus dudas de que ellas supieran cuál era la
           sala Dos. Al fin y al cabo, era su primer día de prácticas. Y vaya día. No olvidarían

           fácilmente su primer contacto con el mundo de la medicina. En la moqueta verde
           había  un  círculo  marrón  oscuro  que  se  ensanchaba  por  momentos  en  torno  a  la
           destrozada  cabeza  del  herido.  Menos  mal  que  había  dejado  de  fluir  el  líquido

           intercraneal.
               —En Pet Sematary —dijo el joven con una voz que era como un graznido… y
           sonreía. Era una sonrisa muy parecida a la mueca grotesca e histérica de la aspirante

           que había corrido las cortinas.




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