Page 61 - Cementerio de animales
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Louis le miró fijamente, resistiéndose a dar crédito a sus oídos. Luego pensó que
había tenido una alucinación auditiva. «Habrá hecho más ruidos con la garganta y mi
imaginación les ha dado coherencia con las impresiones del subconsciente.» Pero no
era eso, y así tuvo que reconocerlo instantes después. Sintió un vértigo de terror y se
le erizó el vello. Era como si la piel de los brazos y del vientre se deslizara arriba y
abajo, en olas… Pero aun así se negaba a aceptarlo. Sí, los labios ensangrentados del
herido se habían movido y los oídos de Louis captaron unas sílabas, pero eso sólo
significaba que la alucinación fue visual además de auditiva.
—¿Qué dices? —susurró Louis.
Y esta vez, con la misma claridad que una cotorra o un cuervo con la lengua
partida, las palabras sonaron, inconfundibles: «No es un cementerio de verdad.» Los
ojos tenían la mirada extraviada y derrames de sangre; la boca se abría en una gran
sonrisa de carpa muerta.
El horror traspasó el cuerpo de Louis atenazándole el corazón con unos dedos
helados. Él se sentía más y más pequeño, hasta que no pensó más que en salir
corriendo para escapar de aquella cabeza parlante, ensangrentada y rota, que yacía en
el suelo de la sala de espera de la enfermería. Él no era hombre de profundos
principios religiosos, ni se sentía atraído por supersticiones ni ocultismos. No estaba
preparado para aquello, fuese lo que fuese.
Sobreponiéndose con todas sus fuerzas al impulso de echar a correr, se obligó a
inclinarse más aún hacia el herido.
—¿Qué has dicho? —preguntó.
Aquella sonrisa. Qué espanto.
—El fondo del corazón humano es aún más árido, Louis —susurró el muchacho
—. El hombre siembra sólo aquello que puede. Y lo cuida.
«Louis —pensó él, sin oír nada más después de su nombre—. ¡Oh, Dios mío,
sabe cómo me llamo!»
—¿Quién eres? —preguntó Louis con voz temblona—. ¿Quién eres?
—Indio trae pescado.
—¿Cómo sabes mi…?
—Apártate de nosotros. Sabemos…
—¿Vosotros?
—"Caa" —hizo el muchacho, y ahora a Louis le pareció que el aliento le olía a
muerte; lesiones internas, arritmia, fallo, ruina.
—¿Qué? —De buena gana le hubiera sacudido por un hombro.
El muchacho de los "shorts" rojos se estremeció de pies a cabeza. De pronto,
pareció quedar congelado, con todos los músculos en tensión. Durante un momento,
sus ojos miraron a Louis sin aquella expresión ausente. Entonces se relajó
bruscamente. Olía muy mal. Louis pensó que iba a volver a hablar, que tenía que
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