Page 56 - Cementerio de animales
P. 56

12




               Lo primero que advirtió al entrar en el recinto de la universidad fue el súbito y
           espectacular aumento del tráfico. Turismos, bicicletas y gente corriendo con shorts de

           gimnasia.  Tuvo  que  frenar  bruscamente  para  no  atropellar  a  dos  muchachos  que
           venían haciendo "jogging" desde el Dunn Hall hacia las pistas de atletismo, situadas
           detrás del pabellón polideportivo. Del frenazo, se le clavó el cinturón en el hombro.

           Hizo sonar el claxon. Le indignaba el modo en que corredores y ciclistas prescindían
           de  toda  precaución.  Al  fin  y  al  cabo,  estaban  haciendo  deporte.  Uno  de  ellos,  sin

           mirarle siquiera, le hizo un gesto con el dedo. Louis suspiró y siguió adelante.
               La segunda novedad era que la ambulancia no estaba en el aparcamiento, frente a
           la  enfermería,  y  esto  le  intranquilizó.  La  enfermería  estaba  preparada  para  tratar
           cualquier enfermedad o accidente menos grave; había tres salas de reconocimiento

           muy bien equipadas, a las que se entraba directamente desde el gran vestíbulo, y dos
           salas  con  quince  camas  cada  una.  Pero  no  había  quirófano  ni  nada  parecido.  Los

           casos graves eran transportados en ambulancia al Centro Médico de Maine Oriental.
           Steve Masterton, el médico ayudante que acompañó a Louis en su primer recorrido
           de  las  dependencias,  le  mostró  con  justificado  orgullo  el  libro  registro  de  los  dos
           cursos anteriores: sólo treinta y ocho servicios de ambulancia en todo aquel tiempo…

           No estaba mal, si uno tenía en cuenta que el censo de estudiantes rebasaba los diez
           mil y la población total era de casi diecisiete mil personas.

               Y, el primer día del curso, ya no estaba la ambulancia.
               Louis dejó el coche en el hueco en el que, en un rótulo recién pintado, se leía:
           RESERVADO PARA EL DOCTOR CREED y entró rápidamente en la enfermería.
               Encontró  a  Miss  Charlton,  una  mujercita  canosa  y  delgada,  de  unos  cincuenta

           años, en la primera sala de reconocimientos, tomando la temperatura a una jovencita
           con tejanos y corpiño playero. La muchacha, según observó Louis, tenía quemaduras

           solares recientes y estaba despellejándose.
               —Buenos días, Joan —dijo—. ¿Dónde está la ambulancia?
               —Oh, ha sido toda una tragedia —dijo la mujer, extrayendo el termómetro de la

           boca de la estudiante y leyendo la temperatura—. Cuando Steve Masterton llegó esta
           mañana  a  las  siete,  encontró  un  buen  charco  debajo  del  motor,  entre  las  ruedas
           delanteras. Se rajó el radiador. Se la han llevado con la grúa.

               —Magnífico —dijo Louis, pero se sentía aliviado. Por lo menos, no había salido
           para una urgencia, como temió al principio—. ¿Cuándo nos la devolverán?
               Joan Charlton se echó a reír.

               —Por el modo de trabajar del taller mecánico de la universidad, supongo que nos
           la  mandarán  hacia  el  quince  de  diciembre,  con  un  lazo  navideño.  —Miró  a  la
           estudiante—.  Tienes  medio  grado  de  temperatura  —dijo—.  Toma  dos  aspirinas  y



                                         www.lectulandia.com - Página 56
   51   52   53   54   55   56   57   58   59   60   61