Page 58 - Cementerio de animales
P. 58

minutos,  para  explicarles  cuáles  eran  sus  obligaciones  y,  lo  que  era  tal  vez  más
           importante,  cuáles  no  eran  sus  obligaciones.  Luego,  la  Charlton  las  tomó  bajo  su

           tutela. Cuando salían de su despacho, Louis la oyó preguntar:
               —¿Alguna de vosotras es alérgica a la mierda o al vómito? Porque aquí vais a ver
           mucho de las dos cosas.
               —¡Ay, Dios! —murmuró Louis cubriéndose los ojos con la mano. Pero sonreía.

           No dejaba de tener sus ventajas contar con un cabo de varas como la Charlton.
               Louis  empezó  a  rellenar  los  largos  formularios  oficiales  que  suponían  un
           completo  inventario  de  los  medicamentos  y  material.  («Todos  los  años  la  misma

           historia —murmuró Steve Masterton con voz de mártir—. Todos los años, la misma
           cochina  historia.  ¿Por  qué  no  pones:  «Instalación  completa  para  trasplantes  de
           corazón. Valor aproximado: ocho millones de dólares?» Eso les dará que pensar.»)

           Louis estaba totalmente absorto en su trabajo mientras el subconsciente le murmuraba
           que no le caería mal una taza de café, cuando oyó gritar a Masterton en el vestíbulo:

               —¡Louis, eh, Louis, sal enseguida! ¡Qué barbaridad!
               El pánico que había en la voz de Masterton hizo que Louis saliera corriendo. Se
           levantó del sillón como si hubiera estado esperando aquello. Donde sonaba la voz de
           Masterton se oyó un chillido fino y cortante como una astilla de vidrio. Fue seguido

           de una fuerte palmada.
               —¡Cállate o largo de aquí! ¡Cállate ya!

               Louis salió disparado a la sala de espera. Al principio, sólo vio la sangre, cantidad
           de sangre. Una de las aspirantes a enfermera sollozaba. La otra, blanca como la leche,
           se apretaba las comisuras de los labios con los puños, distendiéndolas en una ancha
           sonrisa  de  repugnancia.  Masterton,  arrodillado  en  el  suelo,  trataba  de  sostener  la

           cabeza del muchacho que estaba tendido sobre la moqueta.
               Steve miró a Louis con los ojos agrandados por el horror. Abrió la boca, pero no

           le salían las palabras.
               Al otro lado de las grandes puertas de cristal del Centro Médico se apretujaba la
           gente,  haciendo  pantalla  con  las  manos  para  mirar  al  interior.  La  escena  evocó  en
           Louis un recuerdo aberrante: se vio a sí mismo, con seis años, sentado en la sala de

           estar con su madre, mirando la televisión por la mañana, antes de que ella se fuera a
           trabajar.  Estaban  dando  aquel  viejo  programa  que  se  llamaba  "Today",  de  Dave

           Garroway. Había mucha gente fuera que miraba embobada a Dave y a Frank Blair, y
           al bueno de J. Fred Muggs. Volvió la cabeza y vio más caras en las ventanas. Lo de
           las puertas no podía impedirlo; pero…

               —Echa las cortinas —dijo a la aspirante que había gritado.
               Como ella no se moviera, la Charlton le dio un golpe en las posaderas.
               —¡Muévete, chica!

               La  muchacha  se  puso  en  movimiento.  Al  momento,  las  cortinas  quedaron




                                         www.lectulandia.com - Página 58
   53   54   55   56   57   58   59   60   61   62   63