Page 54 - Cementerio de animales
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—Estás muy guapo.
—Sí, eso ya lo sé. Pero, ¿tengo facha de cirujano de corazón? ¿Parezco uno de
esos tipos que ganan doscientos mil dólares al año?
—No; te pareces al viejo Lou Creed —rió ella—. El rey del rock-and-roll.
—El rey del rock-and-roll tiene que calzarse sus zapatos de bailarín y salir
disparado.
—¿Estás nervioso?
—Sí, un poco.
—No hay motivo —dijo ella—. Te dan sesenta y siete mil al año por poner
vendajes de primeros auxilios, extender recetas contra la gripe y la resaca, dar la
píldora a las chicas…
—Y no te olvides de la loción antipiojos —dijo Louis sonriendo. Una de las cosas
que más le sorprendieron durante la primera inspección de la enfermería fueron las
enormes existencias de colonia antiparásitos, que parecían más propias de un cuartel
que de una universidad mediana.
Miss Charlton, la enfermera, sonrió cínicamente. «Los apartamentos de fuera del
"campus" dejan bastante que desear. Ya verá, doctor.»
Sin duda, tenía razón.
—Que pases un buen día —dijo Rachel, volviendo a besarle largamente. Cuando
se apartó, le miró con burlona seriedad—. Y, por lo que más quieras, recuerda que
eres un director, no un interno ni un residente de segundo.
—Sí, doctor —respondió Louis humildemente, y los dos se echaron a reír de
nuevo. Por un momento, él pensó en preguntar: «¿Fue Zelda, cariño? ¿Es eso lo que
te atormenta? ¿Es ésa la zona de las borrascas? ¿Cómo murió Zelda?» Pero no iba a
preguntarle eso, y mucho menos, ahora. Como médico, él sabía muchas cosas, la más
importante, desde luego, que la muerte es tan natural como el nacimiento; pero no le
iba muy a la zaga el que no hay que hurgar en una herida que empieza a cicatrizar.
De manera que, en lugar de preguntar, le dio otro beso y se fue.
Era un buen comienzo y un buen día. Maine brindaba su apoteosis estival: un
cielo azul y sin nubes y una temperatura ideal de veinticuatro grados. Al salir a la
carretera, Louis pensó que hasta entonces no había visto ni asomo del célebre follaje
del otoño que se suponía tan espectacular. Bueno, esperaría.
Encaró el Honda Civic, el segundo coche de la familia, hacia la universidad y
avanzó a velocidad regular. Aquella mañana, Rachel llamaría al veterinario, operarían
a Church y se habrían acabado las historias de Pet Sematary (tenía gracia cómo se te
grababan en la mente las faltas de ortografía, hasta hacérsete más familiares que la
forma correcta) y el miedo a la muerte. ¿Qué falta hacía pensar en la muerte en una
mañana de septiembre tan hermosa?
Louis puso la radio y estuvo maniobrando hasta que se tropezó con los Ramones
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