Page 53 - Cementerio de animales
P. 53
11
A la mañana siguiente, Ellie vio el papel y preguntó a su padre qué quería decir.
—Quiere decir que hay que hacer una pequeña operación a Church —dijo Louis
—. Probablemente, tendrá que pasar una noche en casa del veterinario. Y, cuando
vuelva a casa, se quedará en el jardín y ya no tendrá ganas de salir a zascandilear por
ahí.
—¿Ni cruzar la carretera? —preguntó Ellie.
«Aunque no tiene más que cinco años, desde luego no se chupa el dedo la niña»,
pensó Louis.
—Ni cruzar la carretera —dijo él.
—Ya —dijo Ellie. Y aquí acabó la conversación.
Louis, que esperaba una escena de protestas y llantos porque Church tuviera que
pasar una noche fuera de casa, se quedó atónito por la docilidad de Ellie. Y entonces
comprendió lo preocupada que debía de estar. Quizá Rachel no estuviera
descaminada al juzgar el efecto que le había causado Pet Sematary.
La propia Rachel, que estaba dando a Gage el huevo del desayuno, le miró con
gratitud y aprobación, y Louis sintió que se le quitaba un peso de encima. Aquella
mirada le dijo que había pasado el enfado, que el hacha estaba enterrada. Ojalá lo
estuviera para siempre.
Después, cuando el gran autobús amarillo se hubo engullido a Ellie para toda la
mañana, Rachel se acercó a Louis, le echó los brazos al cuello y le besó suavemente
en la boca.
—Te agradezco que hayas hecho eso —le dijo—. Siento mucho haberme puesto
tan antipática.
Louis le devolvió el beso; pero se sentía un poco incómodo. Estaba pensando que,
si bien ella no solía prodigar la frase «siento mucho haberme puesto antipática», él la
había oído ya otras veces. Y, generalmente, después de que Rachel se saliera con la
suya.
Gage, mientras tanto, se había acercado a la puerta con paso vacilante y miraba la
carretera vacía por el cristal de abajo.
—Bus —dijo, tirándose distraídamente del pañal—. Ellie, bus.
—Está creciendo muy deprisa —dijo Louis.
—Demasiado.
—Bueno, por mí que siga creciendo hasta que no necesite usar pañales. Que pare
después.
Ella se rió. Todo había vuelto a la normalidad. Todo iba perfectamente. Ella se
echó hacia atrás, le retocó un poco la corbata y le miró de arriba abajo con severidad.
—¿Da usted el visto bueno, mi sargento?
www.lectulandia.com - Página 53