Page 72 - Cementerio de animales
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pero  Pascow  atravesó  la  puerta  sin  abrirla.  Louis  pensó  entonces  con  un  leve
           asombro:  «¿Conque  así  es  como  hay  que  hacerlo?  Sencillísimo.  Eso  lo  hace
           cualquiera.»

               Él  lo  intentó  —y  le  produjo  cierto  regocijo  chocar  con  la  dura  madera.
           Evidentemente, él era un realista incluso cuando estaba soñando. Louis hizo girar el
           cerrojo Yale, descorrió el pestillo y entró en el garaje. Pascow no estaba. Louis se

           preguntó  si  su  visitante  habría  dejado  de  existir.  Eso  acostumbraban  hacer  los
           personajes de los sueños. Con la misma facilidad con que uno cambiaba de escenario.
           Tanto  estabas  desnudo  al  lado  de  una  piscina  con  una  erección  de  campeonato,

           hablando de la posibilidad de hacer un intercambio de parejas con Roger y Missy
           Dandridge, por ejemplo, como escalando un volcán hawaiano. Quizá había perdido a
           Pascow porque ahora iba a empezar el segundo acto.

               Pero  cuando  Louis  salió  del  garaje,  volvió  a  verle.  Estaba  de  pie,  en  la
           embocadura del sendero, iluminado por la luna.

               Entonces sintió miedo. Se le metía por todos los huecos del cuerpo y los llenaba
           de un humo sucio. Louis no quería ir allí arriba. Se detuvo.
               Pascow miró por encima del hombro. A la luz de la luna, sus ojos parecían de
           plata.  Louis  sintió  un  nudo  de  angustia  en  el  vientre.  Aquel  hueso  que  sobresalía,

           aquellas manchas de sangre coagulada… Pero era inútil tratar de resistirse a aquellos
           ojos. Por lo visto, se trataba de un sueño sobre la hipnosis… sobre lo que era sentirse

           dominado  e  incapaz  de  evitar  las  cosas,  como  fue  incapaz  de  evitar  la  muerte  de
           Pascow. Ya puedes haber estudiado veinte años, que si te ponen delante a un tipo con
           un boquete como aquél en la cabeza, de nada te sirven. Para el caso, lo mismo habría
           sido llamar a un fontanero, a un zahorí o a Perico de los Palotes.

               Pero  mientras  pensaba  en  estas  cosas  ya  iba  hacia  el  sendero,  siguiendo  los
           "shorts"  que,  con  aquella  luz,  parecían  tan  morados  como  la  sangre  de  la  cara  de

           Pascow.
               A Louis no le gustaba el sueño aquel. Quiá. Era demasiado real. Las borlas de la
           alfombrilla,  el  no  haber  podido  traspasar  la  puerta.  En  un  sueño  como  es  debido,
           cualquiera puede filtrarse por puertas y paredes (o debería poder)… y ahora sentía el

           rocío helado en los pies y la brisa de la noche en el cuerpo, desnudo salvo por los
           "shorts" del pijama. Y, cuando llegaron a los árboles, las agujas de los pinos se le

           clavaban  en  las  plantas  de  los  pies.  Otro  detalle  que  resultaba  más  real  de  lo
           necesario.
               «No importa. No importa. Estoy en casa y en la cama. No es más que un sueño,

           por  muy  real  que  parezca,  y,  como  todos  los  sueños,  mañana  parecerá  ridículo.
           Despierto, descubriré sus incongruencias.»
               Una ramita le arañó en el bíceps y Louis hizo una mueca de dolor. Allí delante,

           Pascow  no  era  más  que  una  sombra,  y  ahora  el  terror  de  Louis  parecía  haber




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