Page 154 - El Misterio de Salem's Lot
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yo de ti no diría ni palabra sobre el tema del libro. Si Loretta Starcher te pregunta
           sobre qué estás escribiendo, dile que es algo de arquitectura.
               —Es un consejo que ya me han dado.

               —Susan Norton, sin duda.
               Ben consultó su reloj y se levantó.
               —Hablando de Susan...

               —El macho que despliega todo su plumaje para el cortejo —sonrió Matt—. Pues
           yo  tengo  que  volver  al  instituto.  Estamos  ensayando  el  tercer  acto  de  la  comedia
           estudiantil, una obra de gran contenido social que se llama El problema de Charley.

               —¿Y cuál es el problema?
               —El acné —contestó Matt con una mueca.
               Se dirigieron a la puerta y Matt se detuvo para ponerse una desteñida chaqueta.

           Ben  pensó  que  parecía  más  bien  un  entrenador  de  deporte  envejecido  que  un
           sedentario  profesor  de  inglés,  hasta  que  uno  le  miraba  la  cara,  inteligente  aunque

           soñolienta, y de alguna manera inocente.
               —Escucha —dijo Matt mientras salían a la escalinata—, ¿qué piensas hacer el
           viernes por la noche?
               —No lo sé —respondió Ben—. Había pensado en ir con Susan a ver una película.

           Es más o menos lo único que se puede hacer por aquí. —A mí se me ocurre otra cosa
           —sugirió Matt—. Podríamos formar una comisión de tres y subir en el coche hasta la

           casa de los Marsten para saludar al nuevo propietario. En nombre del pueblo, claro:
               —Buena idea —asintió Ben—. Un gesto de simple cortesía, ¿no?
               —Una delegación de bienvenida.
               —Se lo diré a Susan esta noche. Creo que aceptará.

               —Muy bien.
               Matt levantó la mano mientras el Citroen de Ben se alejaba, ronroneando. Ben

           respondió con un par de bocinazos, y después las luces rojas del coche se perdieron
           sobre la colina.
               Durante casi un minuto después que el ruido del Citroen se hubo extinguido, Matt
           permaneció en los escalones, con las manos en tos bolsillos de la chaqueta, vueltos

           los ojos hacia la casa de la colina.



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               Como el jueves por la noche no había ensayo, Matt acudió a la taberna de Dell a
           las nueve, a tomar un par de cervezas. Si el maldito charlatán de Jimmy Cody no le
           recetaba nada para el insomnio, se lo recetaría él mismo.

               Las noches que no había orquesta, el bar no se llenaba mucho. Matt no vio más




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