Page 150 - El Misterio de Salem's Lot
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drogas aquí? —preguntó Ben. —Como en todos los institutos de Estados Unidos. El
           nuestro es el alcohol, más que ninguna otra cosa. —¿La marihuana no?
               —Yo no considero que la hierba sea un problema, ni el director tampoco, cuando

           se habla extraoficialmente con él y lleva encima unas copas de más. Y casualmente sé
           que nuestro asesor psicológico, que es uno de los mejores en su especialidad, no tiene
           inconveniente  en  fumar  un  poco  antes  de  ir  al  cine.  Yo  mismo  la  he  probado.  El

           efecto es fantástico, pero a mí me da acidez.
               —¿Tu la has probado?
               —Sshh, que el Gran Hermano escucha —dijo Matt—. Además, ya estamos en mi

           aula.
               —Oh..
               —No te pongas nervioso. —Matt le hizo pasar—. Buenos días, jóvenes —saludó

           a la veintena de estudiantes que clavaban los ojos en Ben—. Les presento al señor
           Ben Mears.




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               Al principio, Ben pensó que se había equivocado de casa. Estaba seguro de que
           cuando Matt Burke le invitó a comer le había dicho que la casa era la pequeña y gris

           contigua a la de ladrillo rojo, pero de esa casa salía un torrente de rock and roll por
           las ventanas. Llamó con el manchado llamador de bronce y, al no recibir respuesta,
           insistió. Esa vez el volumen de la música disminuyó y la inconfundible voz de Matt

           vociferó:
               —¡Adelante! ¡Está abierto!
               Ben  entró,  mirando  con  curiosidad.  Por  la  puerta  principal  se  entraba

           directamente  a  una  pequeña  sala  con  muebles  de  estilo  colonial  americano  de
           segunda  mano,  donde  la  nota  dominante  era  un  televisor  Motorola  increíblemente
           viejo. La música surgía de una cadena KLH con dos altavoces.

               Matt  salió  de  la  cocina,  ataviado  con  un  delantal  a  cuadros  rojos  y  blancos  y
           seguido por el aroma de la salsa para espaguetis.
               —Disculpa si es mucho ruido, pero como soy un poco sordo, lo subo.

               —Buena música.
               —Soy fanático del rock desde los tiempos de Buddy Holly. Me encanta. ¿Tienes
           hambre?

               —Pues  sí.  Y  te  vuelvo  a  agradecer  que  me  invitaras.  Desde  que  he  vuelto  a
           Salem's Lot, creo que he salido a comer más que en los últimos cinco años.
               —Es un pueblo muy cordial. Espero que no tengas inconveniente en comer en la

           cocina.  Hace  un  par  de  meses  apareció  un  anticuario  que  me  ofreció  doscientos




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