Page 162 - El Misterio de Salem's Lot
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BEN (III)




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               Debían  de  haber  estado  golpeando  desde  hacía  largo  rato,  porque  los  ecos
           parecían venir desde muy lejos mientras él luchaba lentamente por despertarse. Fuera
           estaba oscuro, pero cuando se dio la vuelta para tomar el reloj y acercárselo a la cara,

           se le cayó al suelo. Se sentía desorientado y asustado.
               —¿Quién es? —preguntó. —Soy Eva, señor Mears. Hay una llamada para usted.
               Se levantó, se puso los pantalones y abrió la puerta sin acabar de vestirse. Eva

           Miller  llevaba  una  bata  blanca,  y  en  su  cara  se  reflejaba  la  vulnerabilidad  de  una
           persona que todavía está medio dormida. Los dos se miraron, mientras Ben pensaba:
           ¿Quién estará enfermo? ¿Quién habrá muerto?

               —¿Larga distancia?
               —No; es Matthew Burke.
               La respuesta no le alivió como habría debido.

               —¿Qué hora es?
               —Un poco más de las cuatro. El señor Burke parece muy alterado.
               Ben fue al piso bajo y cogió el teléfono.

               —Soy Ben, Matt.
               —¿Puedes venir, Ben? ¿Ahora mismo?
               —Sí, desde luego. ¿Qué pasa? ¿Estás enfermo?

               —Por teléfono no. Ven.
               —Diez minutos.
               —¿Ben?

               —Sí.
               —¿Tienes un crucifijo o una medalla de san Cristóbal? ¿Algo asi ?

               —No, demonios. Yo soy... era baptista.
               —Está bien. Ven enseguida.
               Ben colgó y subió las escaleras. Eva le esperaba apoyada contra la barandilla, la
           indecisión y la inquietud dibujadas en su rostro; por un lado quería saber, por otro no

           quería mezclarse en los asuntos de su inquilino.
               —¿Está enfermo el señor Burke?

               —Dice que no. Me pidió que... dígame, ¿usted es católica?
               —Mi marido lo era.
               —¿No tiene un crucifijo o un rosario o una medalla de san Cristóbal?
               —Bueno... en el dormitorio está el crucifijo de mi marido... Podría...

               —Sí, por favor.



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