Page 174 - El Misterio de Salem's Lot
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incapacidad para discernir caracteres. Y eso también le puso nervioso.



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               A las 9,30 todo estaba concluido.

               Cari Foreman había mandado su furgón para recoger el cuerpo de Mike Ryerson,
           y  con  él  su  muerte  se  hizo  pública  en  el  pueblo.  Jimmy  Cody  había  vuelto  a  su

           consulta, Norbert y el fotógrafo habían ido a Portland a hablar con el juez.
               Parkins Gillespie se detuvo un momento en la escalinata, mirando cómo el furgón
           se alejaba lentamente por el camino. Un cigarrillo pendía de sus labios.
               —Tantas veces como Mike estuvo al volante, apuesto a que jamás imaginó que

           pronto le llevarían a él detrás. —Se volvió hacia Ben—. Usted no se va todavía del
           pueblo, ¿verdad?

               —No, no me voy.
               —Hice que los federales y la policía estatal de Maine en Augusta investigaran
           sobre usted —le informó—. No tiene antecedentes delictivos.
               —Siempre es bueno saberlo —dijo Ben.

               —He oído decir que está saliendo con la hija de Bill Norton.
               —Culpable —confesó Ben.

               —Es una buena hija —comentó Parkins.
               El furgón ya se había perdido de vista; hasta el ruido del motor se había debilitado
           en un zumbido que terminó por extinguirse.

               —Me parece que últimamente no sale mucho con Floyd Tibbits.
               —¿No  tendrá  usted  que  preparar  su  informe,  Parkins?  —le  azuzó  suavemente
           Matt.

               Gillespie suspiró y arrojó la colilla al suelo.
               —Desde luego que sí. Por triplicado, no doblar ni arrugar. Durante las dos últimas
           semanas, el trabajo me ha traído más líos que una ramera histérica. Esa casa de los

           Marsten debe de tener alguna maldición.
               Ben y Matt siguieron con rostros imperturbables.
               —Bueno, me voy —Después de abrir la puerta del coche, se volvió hacia ellos—.

           No me estarán ocultando algo, ¿verdad?
               —Parkins, no hay nada que ocultar —respondió Matt—. Está muerto.
               Los ojos descoloridos les miraron un momento más, penetrantes y vivaces bajo

           las cejas en arco. Después, Parkins suspiró.
               —Supongo —asintió—. Pero todo es muy raro. El perro, el chico de los Glick, el
           otro chico de los Glick, y ahora Mike... Para un pueblo de mala muerte como éste, es

           un año maldito. Mi abuela solía decir que las calamidades vienen de tres en tres, no




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