Page 176 - El Misterio de Salem's Lot
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de miedo impreciso ante fuerzas que no podía entender lo suficiente para definirlas.



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               Cuando  Ben  entró,  Eva  estaba  planchando  mientras  seguía  un  concurso  por

           televisión.  En  ese  momento  el  premio  llegaba  a  cuarenta  y  cinco  dólares,  y  el
           animador estaba sacando números telefónicos de un gran recipiente de cristal.

               —Ya me he enterado —comentó Eva mientras él abría la nevera para sacar una
           coca-cola—. Qué horror, pobre Mike.
               —Espantoso. —Ben sacó del bolsillo de la camisa el crucifijo con su cadena.
               —¿No saben qué...?

               —Todavía no —respondió Ben—. Estoy muy cansado, señorita Miller. Creo que
           dormiré un rato.

               —Bien. Ese cuarto de arriba es caluroso a mediodía, incluso en esta época del
           año. Si quiere, ocupe el de abajo. Las sábanas están limpias.
               —No» gracias. En el mío conozco todos los ruidos.
               —Sí,  una  persona  se  acostumbra  a  lo  que  es  suyo  —asintió  ella—.  ¿Para  qué

           quería el señor Burke el crucifijo de Ralph?
               Ben se detuvo antes de empezar a subir por las escaleras.

               —Creo que Matt debió de pensar que Mike Ryerson era católico.
               Eva colocó otra camisa en el extremo de la tabla de planchar.
               —Pues tendría que saber que no lo era. Después de todo, Mike fue su alumno en

           la escuela, y en su familia todos eran luteranos.
               Ben  no  supo  qué  responder.  Subió  las  escaleras,  se  desvistió  y  se  metió  en  la
           cama. Se durmió enseguida, pero no soñó nada.




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               Cuando despertó eran las cuatro y cuarto. Tenía el cuerpo cubierto de sudor y se
           había destapado mientras dormía. De todas maneras, sentía la cabeza despejada. Los

           acontecimientos de la mañana parecían lejanos e inciertos, y las fantasías de Matt
           Burke  no  eran  tan  apremiantes.  Lo  que  tenía  que  hacer  esa  noche  era  distraerle  y
           hacer que se divirtiera, si eso era posible.




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