Page 171 - El Misterio de Salem's Lot
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Ben pensaba en lo apropiada que había sido su frase: «Deja que ellos se hagan
           cargo.» Era algo tan semejante a un mecanismo, a uno de esos elaborados juguetes
           alemanes en que un mecanismo de relojería y ruedas dentadas pone en movimiento

           dos figuras que se mueven en una danza complicada.
               Parkins Gillespie fue el primero en llegar, con una corbata verde adornada con un
           alfiler con la insignia del Cuerpo de Veteranos. En sus ojos quedaban aún vestigios de

           sueño. Anunció que había avisado al juez del condado.
               —Aunque no venga personalmente él —dijo, mientras se metía un Pall Mall en la
           comisura de la boca—, mandará un delegado. ¿Han tocado el cadáver?

               —Tiene  un  brazo  fuera  de  la  cama  —explicó  Ben—.  Yo  traté  de  levantárselo,
           pero volvió a caer.
               Parkins lo miró de arriba abajo, pero no dijo nada. Ben pensó en el horrible ruido

           que habían hecho los nudillos sobre el suelo de madera, y sintió que su vientre se
           revolvía. Tragó saliva.

               Matt los condujo arriba y Parkins rodeó al cuerpo.
               —Oigan,  ¿están  seguros  de  que  está  muerto?  —preguntó  finalmente—.  ¿Han
           tratado de despertarlo?
               James Cody, doctor en medicina, fue el siguiente en llegar; acababa de atender un

           parto en Cumberland. Una vez hubieron terminado con las cortesías («Encantado de
           conocerle», dijo Parkins Gillespie mientras encendía otro cigarrillo), Matt volvió a

           guiarlos a todos arriba. Bastaría con que todos supiéramos tocar algún instrumento,
           pensó Ben, para ofrecerle una hermosa despedida al muchacho.
               Y otra vez sintió que la risa le cosquilleaba en la garganta.
               Cody apartó la sábana y miró el cuerpo. Ben se quedó atónito ante la calma con

           que Matt
               Burke dijo:

               —Me hizo pensar en lo que dijiste del chico de los Glick, Jimmy.
               —Eso  fue  un  secreto,  señor  Burke  —dijo  suavemente  Jimmy  Cody—.  Si  la
           familia Glick descubriera que usted ha dicho eso, podrían procesarme.
               —¿Y ganarían?

               —No, probablemente no —dijo Jimmy, y suspiró.
               —¿Qué  es  eso  del  chico  de  los  Glick?  —preguntó  Parkins,  frunciendo  el

           entrecejo.
               —Nada —respondió Jimmy—. No tiene importancia.
               Escuchó con el estetoscopio, refunfuñó, levantó un párpado y envió un destello de

           luz sobre el ojo vidrioso.
               Ben vio cómo la pupila se contraía y suspiró de asombro.
               —Interesante reflejo, ¿no? —comentó Jimmy. Cuando soltó el párpado, éste se

           deslizó hacia abajo con grotesca lentitud, como si el cadáver les hiciera un guiño—.




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