Page 168 - El Misterio de Salem's Lot
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Ben se levantó y fue hacia la ventana, procurando ordenar sus pensamientos.
Nada concordaba. Como le había dicho a Susan, parecía que las cosas se las
arreglaran para escaparse de las manos.
Estaban mirando hacia la casa de los Marsten.
—Matt, ¿sabes lo que te sucederá si insinúas lo que me has contado?
Matt no respondió.
—Cuando te encuentren por la calle, la gente se llevará un dedo a la sien. Los
chiquillos se pondrán los colmillos postizos que usan el día de Todos los Santos
cuando te vean venir, y empezarán a saltar y a burlarse de ti cuando pases por delante
de su casa. Alguien inventará una cancioncita del tipo Un, dos y tres, te chupo la
sangre otra vez. Y la oirás por los corredores del instituto. Tus colegas te mirarán de
manera rara. Recibirás llamadas anónimas de gente que dirá ser Danny Glick o Mike
Ryerson. Tu vida se convertirá en una pesadilla y en seis meses te ahuyentarán del
pueblo.
—Ben, por favor. Me conocen.
Ben se volvió desde la ventana.
—¿A quién conocen? A un extraño anciano que vive solo en Taggart Stream
Road. Es posible que, de todas maneras, el solo hecho de que no estés casado baste
para hacerles pensar que tienes un tornillo flojo. Y yo, ¿en qué puedo respaldarte? Vi
el cuerpo, pero nada más. Y aunque fuera de otro modo, dirían que yo no soy del
pueblo. Hasta podrían llegar a afirmar que somos una pareja rara y excéntrica.
Matt lo miraba con horror creciente.
—Una sola palabra. Matt. Es todo lo que hace falta para liquidarte en Salem's
Lot.
—Entonces no hay nada que hacer.
—Sí hay. Tú tienes cierta teoría sobre quién o qué mató a Mike Ryerson. La
teoría es relativamente simple de comprobar o desechar, creo. Yo estoy en un lío de
mil demonios. No puedo creer que estés loco, y tampoco puedo creer que Danny
Glick haya vuelto de entre los muertos para chuparle la sangre a Mike Ryerson una
semana antes de matarlo. Pero voy a poner a prueba la idea, y tú tienes que ayudarme.
—¿Cómo?
—Llama a tu médico... ¿Cody, se llama? Y después a Parkins Gillespie. Deja que
ellos se hagan cargo. Cuenta las cosas como si no hubieras oído nada durante la
noche. Fuiste al bar de Dell y te sentaste con Mike. Te contó que se había sentido
enfermo desde el domingo pasado, y le invitaste a que fuera a tu casa. A eso de las
tres y media de la madrugada, subiste para ver cómo estaba, no pudiste despertarlo y
me llamaste.
—¿Y eso es todo?
—Todo. Cuando hables con Cody, no le digas siquiera que está muerto.
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